“Tenemos miedo, por favor hagan algo”, suplicó una médica del Hospital San José del departamento de Yavi en Jujuy, en un video que se hizo viral en las redes sociales. La mujer se había filmado dentro de la terapia intensiva donde estaba atendiendo a nueve pacientes internados por coronavirus.

"Quiero mostrar lo que mucha gente no sabe. Estoy sola. La mayoría de mis compañeros están enfermos y nadie hace nada. Estoy sola con 9 pacientes, no tenemos oxígeno y estamos colapsados", contó la profesional con la voz ahogada por las lágrimas y el barbijo.

Lamentablemente, en muchos lugares del país, el miedo y la angustia entre los trabajadores de la salud son moneda corriente. Desde el comienzo de la pandemia, se hizo referencia a la capacidad del sistema sanitario en relación a la cantidad de camas, insumos necesarios y respiradores, pero los médicos, enfermeros, camilleros, administrativos, también son parte de ese sistema.

Para los trabajadores de la salud su rutina laboral se ha transformado considerablemente en este contexto. Los equipos de protección, los protocolos de seguridad, la urgencia, la cantidad de pacientes, el miedo al contagio, todo ha aumentado.

A nivel nacional, hasta fines de la semana pasada, el número de trabajadores de salud contagiados de coronavirus ascendía a 20.733, según información del Ministerio de Salud de la Nación. De ellos, 72 personas fallecieron a causa del virus y de ese total 47 tenían menos de 60 años. En la provincia de Buenos Aires, los contagios dentro del personal sanitario ascienden a 12.616 y 51 fallecidos.

Aníbal Aristizabal es médico de guardia del Hospital Fiorito de Avellaneda. En conversación con Diagonales, contó que están realizando entre 30 y 40 hisopados por día. “La guardia tiene mucho desgaste, no parás”, describió. “La realidad es que no somos tantos asistentes en la guardia y cuando vas a hisopar un paciente te ponés el barbijo N95, el quirúrgico arriba, las antiparras, la máscara, los guantes, el camisolín y los protectores en los pies, después tenés que tirar todo y volver a ponerte otro equipo para ver al siguiente”, agregó.

“Cuando terminás de ver a ese paciente, tenés un montón más atrás, es muy agotador”, admitió Aníbal. En este contexto, la guardia en el Hospital Fiorito es de 6 horas porque el uso del doble barbijo y la máscara hace que la persona no pueda eliminar algunos de los gases que produce su cuerpo, como principalmente el dióxido de carbono. “Al final de la guarida, te duele la cabeza porque no estás respirando aire ambiente”, contó el profesional de Avellaneda.

“En el hospital vos le preguntas a un compañero cómo se siente y algunos te dicen que tienen miedo y otros te dicen que están cansados, son los sentimientos que predominan”, afirmó. Es que hoy, en el hospital trabajan con la “cama caliente”. “La situación es muy dinámica, un día no tenés camas disponibles, al otro día se liberan cuatro y la realidad es que no sabes si para el final del día no se ocuparon de nuevo”, narró.

Sin embargo, el día para los profesionales de la salud no termina con la finalización del turno. Cuando Aníbal vuelve a su casa tiene otro protocolo. Se descalza antes de entrar, se desviste y pone a lavar toda su ropa para meterse inmediatamente en la ducha antes de saludar a sus hijos.

La pareja de Aníbal también es médica y la madre de ella cuida a los chicos cuando están trabajando. En su caso, el miedo de ambos profesionales es que a través de los niños se contagie su abuela quien sí es paciente de riesgo. “Hay una preocupación muy grande de no traer este problema a casa, pero la realidad es que le puede pasar a cualquiera y genera miedo”, confesó el médico.  

Aristizábal opinó que lo más difícil de su trabajo en el contexto de la pandemia por el coronavirus es el no poder dar respuesta ante determinadas situaciones. “Eso angustia mucho, el decir ‘no puedo responder a ésto’ genera mucha ansiedad, no tener la cama, el recurso para el paciente o incluso la demora en los testeos”, advirtió.

Para que un paciente sea tratado con plasma, tiene que tener el resultado positivo del hisopado. Por ende, mientras no esté la confirmación del test, la persona no puede recibir plasma. “Tenés un paciente que sabés que tenés que pasar a un tratamiento  que le ofrezca alguna alternativa porque ves que está evolucionando mal, pero si no tenés el hisopado, no podés darle plasma al paciente y eso genera mucha ansiedad porque ves que la persona se está yendo y no le podés ofrecer nada”, describió Aníbal.

Pero, tal como lo dijo el Presidente Alberto Fernández, el problema causado por la pandemia ya no reside sólo en el Área Metropolitana de Buenos Aires y la cantidad de contagios ha comenzado a crecer en el interior.

Además de Jujuy, otra de las provincias seriamente afectadas es Río Negro, más específicamente el departamento de General Roca donde en algunas localidades ya colpasó el sistema sanitario y tienen que trasladar pacientes a otros municipios. Este es el caso de Cipolletti, una ciudad de casi 90.000 habitantes donde ya se han confirmado 459 casos de coronavirus.

Sabina Garrido es médica del hospital público de aquella localidad y trabaja en la guardia. En una entrevista con el diario Río Negro, contó que en su área están atendiendo a más de 50 pacientes por día.  

En la guardia del nosocomio cipoleño, hacen turnos de 12 horas y en algunos casos de hasta 24. "Estamos muy cansados, es el peor momento de la pandemia y notamos que la gente sigue sin cumplir con las normativas, espero que los vecinos entiendan la situación porque el sistema de salud está poniendo la vida para esto”, dijo Garrido.

En su caso, contó que durante las guardias come encerrada en su auto y sale a tomar un poco de aire cada siete pacientes, pero que tanto ella como sus compañeros están agotados. Al igual que su colega de Jujuy, Sabina explicó que gran parte de sus compañeros se han contagiado.

“Tengo mucha angustia, porque ver 'caer' compañeros es muy fuerte. El miedo es contagiar a otro. Yo no puedo llevar el virus a mi casa, vivo con mi mamá que tiene 87 años", describió.

Del otro lado de la frontera, pegada a Cipolletti, está la ciudad de Neuquén, donde si bien la situación epidemiológica está más controlada el sistema de salud también está sobrecargado. Diagonales conversó con Julia, una médica que prefirió mantener el anonimato porque desarrolla tareas en una sala de internación en una clínica privada de la capital sureña. “Hay un recambio permanente en la ocupación de camas, mucho más que de costumbre”, contó.

“Todo el tiempo estás queriendo externar pacientes porque sabés que hay otros que están afuera esperando para internarse, incluso nosotros ahora tenemos algunos que están esperando en la guardia”, explicó la profesional y agregó que en su área alrededor de la mitad de las personas internadas, están allí por Covid-19.

Julia narró que la rutina de trabajo en tiempos de coronavirus es “larguísima” y que demora entre una y dos horas más por todos los protocolos que tiene que llevar a cabo  respecto a la vestimenta, la higiene y la decontaminación.

“Yo ingreso al servicio con mi ropa de la calle, ahí me proveen de un equipo de ambo y un calzado que queda dentro de la institución, donde se limpia y desinfecta. Antes de irme, esa ropa se tira en una bolsa roja y va al lavadero. Después de que me visto con esa primera ropa, me ato el pelo, me pongo la cofia y dentro de la institución circulamos en todo momento con el barbijo quirúrgico más unas gafas. Ya después para entrar al área covid tenemos que vestirnos de otra forma, con todo el equipo de protección para ver a un paciente, que tenemos que tirar y ponernos uno nuevo si tenemos que ver a otra persona infectada por covid”, describió la médica de Neuquén.

“Después de ver un paciente covid y sacarme todo el equipo, me higienizo y me decontamino con alcohol”, describió y agregó: “lo mismo hago con todos los elementos como lapicera, el sello, la llave y los pongo en una bolsa que solamente abro cuando vuelvo a trabajar”.

Una vez que llega a su casa al final del día, al igual que Aníbal, lo primero que hace es meterse en la ducha y lavar la ropa, en su caso a más de 40 grados. “Pasé por todas las etapas, en un inicio sentía miedo porque era una situación y teníamos que aprender muchas cosas”, admitió la profesional de la salud pero expresó que “a más de cuatro meses de pandemia, el temor de ingresar a ver un paciente con covid ya lo perdí, al menos no tengo el miedo de la primera vez”.

Sin embargo, Paula confesó que lo más complicado para ella es que aún no se saben muchas cosas sobre el virus y tratamientos para combatirlo. “Sigue siendo algo nuevo y cambia todo el tiempo”, sostuvo.

Mientras que el tratamiento con plasma de convaleciente parece tener buenos resultados en general -o al menos los mejores posibles hasta el momento- y se espera la aparición de una vacuna para el primer trimestre del año que viene, la realidad sigue siendo apremiante especialmente para los trabajadores que la salud que se encuentran en la primer línea de batalla contra la pandemia.

“Hace cinco meses que estamos pisando el acelerador y no terminamos de ver el final del túnel”, dijo Aníbal en su entrevista, en un contexto donde el país está en aproximadamente 8.000 casos diarios y alcanzando cifras récords de fallecidos por coronavirus.