Peter Fritzsche, en su gran libro "De Alemanes a nazis" relata como la calle alemana es ocupada desde 1918, año de derrota en la Primera Guerra Mundial, exclusivamente, por la izquierda y los sindicatos. En 1925 en un ballotage que gana el anciano Mariscal conservador Von Hindenburg - que un año antes de morir le entregaba el poder a Adolfo Hitler -, la derecha sale a la calle envalentonada, festiva detrás de una épica con programa borroso pero fuerte en sensibilidades de añoranzas del pasado imperial alemán bajo el relato de que la democracia y la república eran una imposición de las potencias vencedoras en la Guerra. Esa democracia era vista como la culpable del peso creciente de la izquierda y los sindicatos que tenían control de la calle y de las manifestaciones hasta que, a partir de 1925, la calle comenzó a estar disputada por sectores medios que nunca habían hecho las paces con la democracia y temían el crecimiento de la izquierda.

De ahí al triunfo nazi en el estado y en la calle no hay línea directa pero si muchos vasos comunicantes.

La analogía de esta historia con nuestra realidad intenta ser solo una provocación al pensamiento. Lejos está de querer constituirse en predicción ni en una homologación con nuestra rabiosa calle de derecha.

Desde la democracia recuperada en 1983, la calle como escenario de disputa política se divide mayoritariamente entre una calle progresista (calle de derechos humanos, calle estudiantil, calle feminista) y una calle trabajadora y desocupada (desde las concentraciones masivas de la CGT, la CTA, la especificidad de los docentes y también desde el 2001 la fuerte presencia de los movimientos sociales). La calle turbulenta de fines del 2001 mezcló todo: los que luchaban contra el neoliberalismo, los que se habían desilusionado con el y los que veían que todos los males estaban en el estado y la política. Esas calles intensas le pusieron un moño de final de época y comienzo de una nueva que estará signada por el kirchnerismo en primer término, pero también por el macrismo un poco mas adelante.

El macrismo construyó su propia calle. Calle que le precede por mucho a su irrupción en el Estado nacional a fines del 2015 y que podemos rastrear en los lejanos 2004 con las marchas por seguridad luego del secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg, el "piquete blanco": ambientalistas con foco en la ciudad de Gualeguaychú entre el 2005 y 2006 , las masivas marchas "por el campo" en el marco de la resolución 125 en el 2008 al comienzo del gobierno de Cristina Kirchner, y las agitadas por la ya oposición en la elección presidencial junto a grandes medios y parte de la justicia federal en el marco de la muerte del fiscal Nisman a comienzos del 2015.

La experiencia de la calle macrista ya en el gobierno le auguran perdurabilidad como marca de un sector de la sociedad civil que podrá ganar o no próximas elecciones pero que no parece resignar a su presencia callejera a la que ha logrado revestir de defensiva republicana frente a la "barbarie" peronista y kirchnerista en particular.

La democracia tutelada y jaqueada por militares y corporaciones que denunciaba Alfonsín en los albores de la transición democrática, a pasado a ser para un sector menor, pero importante de la sociedad y sin tradición alguna en la defensa de las conquistas de nuestra democracia que está por completar cuatro décadas, una democracia jaqueada por el peronismo, las organizaciones sociales, el sindicalismo y también los organismos de derechos humanos.

Banalizar esta presencia callejera con deseo y explícito fervor destituyente mofándose de carteles y declaraciones de terraplanistas o anti vacunas, puede generar risas pero también puede contribuir a subestimar un fenómeno que vino para quedarse en nuestra vida democrática.

La pelota de la oposición está en si puede mantener la unidad del 40% del voto a Juntos por el Cambio que va desde los nostálgicos de dictadura genocida al progresismo fervientemente antiperonista bajo un programa que hasta ahora solo ha dado cuenta de demandas empresariales y alineamiento sumiso a la geopolítica de los EE.UU. Nada mas que eso. Juntos por el cambio tendrá que ver si puede mantener su heterogeneidad que hoy se expresa en dialoguistas y bolsonaristas pero que puede mutar con una coyuntura tan inestable y con los desafíos económicos gigantescos que tiene el actual gobierno que a pesar de todo, mantiene un apoyo importante en su figura presidencial que no baja del 60% en donde la todavía máxima figura de la oposición, el ex presidente es su cómoda estadía en Europa es visto como líder de la oposición o próximo presidente solo por seis de cada diez de sus votantes de hace solo un año. http://espoiler.sociales.uba.ar/2020/08/13/encuesta-exclusiva-a-un-ano-de-las-paso/

La calle del 17A no fue la concentración mas grande de este sector que tuvo su pico hace menos de un año con la denominada "marcha del millón" que congregó con seguridad a mas de 300.000 personas en el centro de Buenos Aires. Aún así, expresa una rabia convocante y potente que vino a quedarse en nuestro escenario político como también parte de una realidad regional: las nuevas formas rabiosas de manifestación de la derecha anclada en sectores medios y altos tuvo sus expresiones masivas en Brasil y fueron fundamentales tanto en la destitución de Dilma Rousseff como en el encarcelamiento de Lula y el triunfo de Bolsonaro. También en Bolivia donde calles blancas y combativas  precedieron a la destitución de Evo Morales. Nuestra democracia está mas sólida que aquellas y los sueños Bolsoranistas acá tienen mucho mas escollos pero a no subestimar.

*Sociólogo y especialista en economía política, docente en la UBA y la UNDAV y autor de La caída. De la ilusión al derrumbe de Cambiemos (2020, Marea Editorial)