Si bien cada nivel educativo tiene características que le son propias hay algunas cuestiones que nos han atravesado a todxs. Es sobre ellas que querría compartir algunas reflexiones que son fruto del trabajo compartido, y de las muchas y ricas conversaciones mantenidas tanto con mis colegas de la universidad, como con directivos y docentes de diferentes escuelas de todos los niveles.

La primera sospecha que rápidamente se transformó en certeza fue que la cuestión no sería hacer lo mismo pero de manera remota. Dejo acá de lado intencionalmente la discusión acerca de la disponibilidad o no del acceso a medios y a la conectividad aunque es insoslayable señalar las enormes brechas, que una vez más se hacen evidentes, en relación con la conectividad, con la disponibilidad de medios para comunicarse remotamente, con el acceso y el dominio del uso de las diferentes herramientas digitales y tecnológicas tanto de parte de lxs estudiantes como de lxs docentes.

Entonces, como siempre es clave hacernos buenas preguntas:

¿Qué queremos preservar? ¿Cómo hacer propuestas que tengan sentido, que permitan aprender y no simplemente cumplimentar tareas o llenar los tiempos? ¿Cómo proponer tareas desafiantes y garantizar el acompañamiento necesario para que todxs puedan realizarlas?

Una peculiaridad es que estas tres preguntas resultan potentes tanto cuando pensamos en el vínculo con lxs estudiantes como cuando, desde la coordinación de un área o la dirección de una escuela, pensamos en el trabajo con los equipos docentes.

Queremos preservar que la tarea tenga sentido, que no se pierda el intercambio y el trabajo colaborativo entre pares (de chicxs con chicxs/ de docentes con docentes), que las propuestas sean para todxs y para cada unx contando con el apoyo y el acompañamiento indispensables para poder realizarlas.  Lo que vale pensando en lxs estudiantes pero también para los equipos docentes.

Ni más ni menos que lo que queremos todos los días en las escuelas. Lo que no siempre logramos  y que a veces “en la normalidad” pasa desapercibido porque se sostiene la escena del “como si” por la forma en que hemos naturalizado ciertas prácticas escolares.

Sin dudas podríamos hacer una serie de notas con todo lo que estamos viendo y aprendiendo en estos días pero sólo me centraré en algunos aspectos muy generales.

La sincronicidad del aula es imposible de reproducir… ¿Tendría algún sentido intentar hacerlo todo el tiempo?

Muchas veces sostuvimos que una decisión importante al diseñar la enseñanza es pensar cómo organizar los tiempos, los espacios y los agrupamientos para propiciar mejores aprendizajes. Hoy es imprescindible decidir, si tenemos la posibilidad de un momento sincrónico, ¿cuándo con todos? ¿Cuándo con algunos? ¿Para hacer qué?

Más allá de las imposibilidades de docentes y estudiantes para sostener todo el tiempo la sincronía[1] del aula presencial, ¿esta sincronía contribuye siempre al aprendizaje? ¿Será que genera la falsa ilusión de que “porque todxs están allí todxs están aprendiendo”? Seguramente más de un/a colega dirá…”Es que yo les veo la cara y se cómo están aprendiendo”… Aunque en tanto, el aprendizaje es un proceso complejo e interno, sabemos que mirar las caras no alcanza… Que para hacer visible el pensamiento, el aprendizaje hay que generar propuestas, desempeños que lo hagan visible, para nosotrxs los docentes y para lxs propixs estudiantes. 

Conviven la ilusión(o el imperativo) de “hagamos como que estamos en la escuela, estando conectados el mayor tiempo posible” con “pensemos tareas, materiales, para mandar y que vayan haciendo…”

Es ahí cuando aparece una segunda evidencia: el tema no es meramente estar hiper conectados o mandar tareas, por ricas, interesantes o desafiantes que sean. El asunto es no renunciar a la enseñanza, al acompañamiento, a la explicación, a la sugerencia, al contacto (sea visual/ auditivo o por escrito) porque el desarrollo de los contenidos escolares y el sostenimiento de los vínculos “van juntos”.No se sostiene el vínculo sin propuesta de aprendizaje, y no se sostienen los contenidos sin el vínculo, el acompañamiento y el intercambio. Pero además estas dos cuestiones tienen que ir articuladas. No es cuestión de mandar la tarea por un lado, y conectarse para ver cómo están por otro.

Sostener la continuidad pedagógica es un concepto que se puede interpretar de maneras muy diversas, no hay acuerdos en cómo se define, no hay recetas de cómo hacerlo.

Sobre lo que no queda duda es que requiere del trabajo de comunidades de práctica que buscan promover comunidades de aprendizaje en lxs estudiantes, trabajando juntos, buscando diferentes modos de interacción, tratando de preservar la intimidad que se da en las aulas tanto entre los chicxs como de ellxs con sus maestros y profesorxs y tratando de encontrar la manera justa  de incluir a las familias sin que invadan el borrado espacio de “lo escolar”  ni que se sientan atosigadas por una responsabilidad que no les es propia.

No es sencillo, vamos probando, lo seguimos intentando.

*Doctora en Educación. Investigadora docente del Instituto del Desarrollo Humano -Universidad Nacional de General Sarmiento

[1] Tenemos problemas de conectividad, en casa hay una computadora y somos 4, el celular sirve para algunas cosas pero no para otras, no tenemos celular, no tenemos un espacio donde los chicos puedan estar conectados si quienes conviven también necesitan hacerlo por su trabajo, los profesores comparten el espacio y las herramientas de comunicación con niñxs /adolescentes y otros adultxs trabajando en casa… Podríamos seguir agregando mucho de lo que todos vivimos cuando se han borrado los límites entre lo público y lo privado entre el afuera y el adentro.