La ejecución del gasto público nacional para diciembre 2018 muestra una sobre-ejecución del gasto del gasto total, aunque no es homogéneo en todas las partidas. Algunas de ellas, como la obra pública, están sub-ejecutadas, otras como los pagos de deuda externa, sobre-ejecutadas. Este es un síndrome que el PRO ya tiene desde que gobernaba la ciudad: un presupuesto de áreas sensibles que se aprueba y después no se termina usando.En términos nominales, el Estado Nacional gastó $ 583.099 millones más que lo presupuestado en 2018, en términos porcentuales esto representó un 11% respecto al crédito presupuestario inicial.

Más en detalle, la partida más sobre-ejecutada fue la de intereses de la deuda por $ 126.312 millones, equivalente a 31% del crédito inicial. Luego, están las de transferencias corrientes al sector privado (subsidios energía, transporte y planes sociales) por $ 149.350 millones, el equivalente al 22% del crédito inicial. Este aumento nominal en la partida presupuestaria se debió al efecto de la devaluación sobre los gastos en dólares.  Por el lado de la sub-ejecución, se destaca las transferencias de capital (inversión de obra pública en las provincias) por $ 14.800 millones, el equivalente al 13% del total presupuestado, seguido por la inversión real directa con una subejecución de $6.370 millones,  el equivalente al 10% del total presupuestado.

Y esto fue una mala decisión. Aunque también está relacionada con el acuerdo con el FMI. El apretón fiscal del gobierno nacional fue una mala decisión económica. El pago de la deuda por sobre el gasto de obra pública estableció una dirección de la política fiscal que reforzó el  sesgo contractivo que la devaluación había imprimido sobre la actividad económica privada.

*Nicolás Hernán Zeolla es economista del CESO- Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz