El mercado argentino estuvo bajo asedio desde fines de abril producto de la lenta hemorragia iniciada el “28-D”. El deterioro en la confianza inducida por el cambio de metas de inflación y el relajamiento de la política monetaria luego se agravaría de la mano de condiciones globales menos amigables para emergentes. Para la anécdota quedará que el catalizador de la crisis fue la entrada en vigencia del impuesto a la renta financiera para inversores extranjeros de Lebac.

Fueron semanas sumamente complejas que incluyeron, entre otras consecuencias, una corrida cambiaria que llevó el precio del dólar desde $ 20,20 hasta $ 28,85 en tan sólo 2 meses, la escalada del riesgo país hasta 600 bps, que fue 8 veces lo que se vio en la región, y la duplicación del nivel de tasas de interés.

La onda expansiva llegó hasta el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y precipitó la salida de un desgastado Federico Sturzenegger. También Energía y Producción vieron cómo sus ministros fueron alfiles sacrificados por el Gobierno en pos de un relanzamiento de la gestión de Macri.

En el medio, hubo noticias positivas: Argentina cerró un acuerdo Stand By de carácter preventivo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por USD 50.000 millones. Además, Morgan Stanley Capital International (MSCI) reclasificó nuestro mercado como emergente, decisión que implicaría flujos hacia acciones por más de USD 3.000 millones.

Pero, dada la profundidad de la crisis de confianza, las novedades supieron a poco. Es que el mercado está expectante de cómo Argentina resuelve, puertas adentro, ciertos puntos medulares.

Banco Central y tipo de cambio

Todavía no hay certezas de que la estabilización del peso se haya producido. La nueva gestión de Luis Caputo en el BCRA está abocada a reducir la volatilidad mediante decisiones que apuntan a secar la plaza de pesos. Aumentó recientemente los encajes bancarios en pesos y puso presión a las tasas de interés interbancarias en el marco de una política monetaria más vinculada al control de agregados que al manejo de la tasa de interés.

Operar sobre agregados, aunque más efectivo para estabilizar el tipo de cambio, genera una gran variabilidad en el ámbito de las tasas, hecho que se verificó con oscilaciones abruptas de los rendimientos de las Lebac en el mercado secundario y en tasas interbancarias en las últimas jornadas.

Macroeconomía deteriorada

La actividad ya acusó el impacto de la peor sequía en 30 años. En abril, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) cayó 2,7% mensual (desestacionalizado), cortando así una seguidilla de 13 meses consecutivos de mejora. Y las perspectivas para los próximos meses no lucen alentadoras a la luz del efecto negativo de la depreciación sobre el ingreso y la demanda.

El sendero de la inflación es otra variable central. Incorporando el dato que se espera para junio (3,6%), el nivel de precios avanza 12,3% en lo que va del año y la proyección a fin de año orilla el 30%, una cifra cercana al 32% máximo que estipula el acuerdo con el FMI.

Otro eje de vulnerabilidad que el mercado sigue de cerca es el déficit de cuenta corriente que, en el primer trimestre, fue de USD 9.623 millones y creció 34% interanual. En los últimos 4 trimestres, el rojo alcanzó USD 33.789 millones o 5,3% del PBI.

Viabilidad política del ajuste fiscal

El registro más bajo en la imagen de Mauricio Macri coincide con el momento de mayor urgencia para crear consensos políticos y poder acelerar el recorte del gasto público. Las elecciones de 2019 están a la vuelta de la esquina y la oposición no quiere ser cómplice del “ajuste promovido por el FMI”. Prefiere esperar unos meses para achacarle al Gobierno la caída de la actividad que se viene.

Por eso, la gestión de Cambiemos tendrá desafíos no para cumplir la meta de déficit fiscal de 2,7% del PBI de este año sino la de 1,3% de 2019. El proyecto de Ley de Presupuesto que se tratará en septiembre será clave para definir recortes que vendrían por el lado de subsidios, transferencias a provincias, obra pública y aumentos de salarios por debajo de la inflación.

En términos de mercado, estos desafíos domésticos son los que no permiten el repunte de los bonos y el descenso del riesgo país, sinónimos de confianza. La estabilidad cambiaria es sólo el primer paso. El proceso es largo y demanda soluciones de fondo en los desequilibrios macro, principalmente el fiscal, en un escenario de fragilidad política.

* Economista y Gerente de Inversiones de GMA Capital.  Twitter: @nerypersi