Desde que empecé a ponerle el cuerpo a esta histórica lucha a favor de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, empecé a pensar qué cosas profundas y personales sentía yo con respecto a este tema. Y lo primero que me apareció fue la palabra ESCLAVITUD. Pensé “no hay ninguna diferencia entre no tener soberanía sobre el propio cuerpo y la esclavitud. No hay ninguna diferencia, si un otro es el único, por ley, que puede decidir por MI cuerpo”. ¿Cómo se llama cuando una persona se adueña de otra y esa otra no tiene más remedio que quedar a merced de las decisiones de la primera?  ¿No hay otra palabra, no?  

Todavía en el año 2018 las mujeres somos esclavas. Somos esclavas del Estado, que a su vez, es esclavo de la Iglesia. INCONCEBIBLE. Desde todo punto de vista. Es nuestro derecho como seres humanos que la Iglesia y el Estado sean asuntos separados. El hecho de que funcionen juntos va en contra de los derechos humanos. Y actuar en contra de los derechos humanos es incalificable. Estamos frente a la posibilidad histórica de modificar eso. Por eso, quienes estamos en contra de la esclavitud y a favor de los derechos humanos, exigimos aborto legal ya. Exigimos aborto legal en el hospital. Exigimos que no haya más muertes por abortos clandestinos. 

Una vez más, y todas las que hagan falta: El debate no es aborto si o aborto no. Es aborto legal o aborto clandestino.

Es un tema que atraviesa todas las clases sociales. Todas sabemos de qué estamos hablando cuando hablamos de aborto. No es lindo abortar, seguro que no. ¿Pero es justo que otro decida sobre MI vida? ¿En qué cabeza cabe que otro decida cómo tengo que vivir mi propia vida?  Paro acá, porque ya me estoy repitiendo. Es que no me alcanzan las palabras para ser lo suficientemente enfática. O por lo menos, eso siento.

También, me pasó que en la búsqueda profunda de mis propios argumentos e ideas elaboradas genuinamente para dar esta lucha a favor de la ley del aborto, me encontré también pensando en mis hijos adolescentes. Tengo dos varones y por un lado, desde siempre me resultó fundamental que fueran conscientes de la desigualdad de derechos que hay entre hombres y  mujeres, entre  personas trans, travestis y personas gestantes; y lo imprescindible que resulta que eso se revierta, y de un modo urgente además.  Nada me ha gustado más que me vieran ir todos los sábados de estos últimos cinco meses a las asambleas de Actrices Argentinas.  Ellos están al tanto, que desde ahí estuvimos armando planes y estrategias para hacer aún más visible esta batalla. Sé, que se sienten orgullosos cuando ven a su madre salir a  “pelearla”  con su pañuelo verde en el cuello.  Ellos también van a las marchas. Y me conmovió hasta las lagrimas cuando el más chico, un día común y corriente, me dijo: “Ma, me conseguís un pañuelo”. Se lo conseguí, lo ató a su mochila y nunca más lo sacó. Se me hace un nudo en la garganta mientras lo escribo. 

Hoy, 8 de Agosto tenemos que estar en todas las plazas del país. Tenemos que estar ahí, como estuvimos en Junio. Tenemos que estar ahí, todas las personas gestantes, todos los hombres, todos los seres humanos exigiendo que nuestros derechos sobre nuestros cuerpos estén por escrito y sea ley ya. 

*actriz