La semana pasada la escena política nacional se vio sacudida por un escándalo. Esta vez, uno sexual que involucraba a un diputado nacional del Frente de Todos. El protagonista fue Juan Ameri, diputado nacional por la provincia de Salta y su actual pareja Celeste Burgos, mientras se sesionaba en la Cámara, la ley de Activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Para resumir el episodio de público conocimiento, el diputado sienta en su regazo a su pareja, baja su vestido y besa uno de sus senos, creyendo, según sus declaraciones, que no estaba conectado a la sesión. El episodio fue seguido por la suspensión y renuncia del diputado más el revuelo mediático posterior.

Ameri se mostró compungido en varios programas de televisión, movilizado no sólo por el episodio sino por las consecuencias que estaban rápidamente cayendo sobre él, su pareja y familia.

Las acciones del diputado son completamente repudiables y la dimisión a su cargo es natural. Pero ¿debemos tomar esta victoria amarga o hay una problemática sobre la que echar luz? Podríamos desarrollar dos problemáticas: entender el rol de Celeste Burgos tanto en el episodio como en la tormenta de acusaciones a la que fue expuesta, y la segunda es analizar la actitud de Ameri en la sesión y sus antecedentes de abuso.

Es vital entender a Burgos como una mujer adulta, dueña de su cuerpo, para sacarla del rol de mujer vejada. Fue expuesta a escarnio público, pero que una mujer en el regazo de otra persona sea tocada por voluntad propia no la hace víctima de violencia de género. Enmarcar constantemente a las mujeres como objetos de manipulación es objetivizarlas. Hacernos víctimas es dejarnos siempre en el asiento acompañante, reforzando la pasividad que insistentemente se les atribuye a los géneros feminizados.

Entonces, además de desagenciar a Burgos en los medios, hubo un embate en su contra en las redes sociales. Usaron su imagen para burlas y escraches, llevándola a cerrar sus perfiles personales. Otra vez, la sociedad es rápida en acusar y punitivizar el deseo.

Es importante resaltar una vez más que el escándalo no fue descrito desproporcionadamente. Lo que se debe cuestionar es cómo la narrativa de culpabilización permite que las cosas sigan su curso normal: el Congreso sigue lleno de Ameris y Alperovichs.

Volviendo a las problemáticas, hubo fuertes dudas sobre la supuesta caída de la conexión a internet de Ameri y su desconocimiento de la situación dado que se lo ve observando a cámara mientras tiene a su pareja en su regazo. Sumado al hecho de que al estar conectado, debería escuchar la exposición del diputado Heller. Todo esto fue reiteradamente negado por Ameri quien culpa a la mala conexión de su departamento. En caso de que las declaraciones del exdiputado no sean verdaderas, sería interesante analizar si verse en la pantalla mientras iniciaba una actividad sexual le generaba placer, ¿tendrá algo que ver con el manejo del poder? No es extraño el efecto que éste genera en algunas personas, muchas veces varones, que explotan su posición y que empujan los límites de su impunidad.

Adentrándonos en las acusaciones de abuso que Juan Ameri tenía de su militancia en Salta, surge la última problemática: ¿quiénes son nuestros representantes en el Congreso? ¿Los conocemos? Después del debate por la Ley del aborto en 2018 quedó claro que gran parte de la sociedad no conoce a sus legisladores y que estos están muy por debajo de las expectativas. Con este escándalo, esto vuelve a aparecer.

Débora Plager consultó a Ameri qué opinaba sobre la ley que se discutía en el momento del escándalo y en ese momento la comunicación fue cortada. Aunque esto puede ser analizado como un hecho aislado, es evidente que el legislador no estaba inmerso en la discusión parlamentaria. Lejos de acusaciones moralistas sobre qué es ser buen trabajador, resulta notorio el desconocimiento que algunos legisladores tienen de ciertos temastratados en cámara.

Las denuncias con las que Ameri contaba (el diputado suplantó a Sergio Leavy quien pasó al Senado), fueron desmentidas como fakenews en su contra. En base al escándalo, militantes de agrupaciones feministas en Salta aseguraron en medios que aunque no hubo denuncias formales, los hechos por los que se le acusaban eran reales y conocidos por la militancia local. El perfil del personaje es violento y abusivo; pedía favores sexuales a cambio de ayuda en política.

Ahora, en sustitución de Juan Ameri, asumirá Alcira Figueroa, conocida militante por los DDHH en la provincia, que cuenta con buena reputación y respeto entre sus pares.

Como ciudadanxs, nuestro deber es conocer a nuestros legisladores, informarnos sobre quiénes ocupan las bancas de los partidos que apoyamos y por supuesto, denunciar a quienes no sólo no sean idóneos sino que cuenten con antecedentes abusivos. No debemos ser distraídos por el espectáculo de los puestos ejecutivos. En el Congreso se construye política diariamente y se juegan muchísimos frentes que nos afectan como ciudadanxs.

*Venezolana. Licenciada en Ciencia Política, UBA. Docente de la UBA en la materia Análisis del discurso de las izquierdas argentinas en la Facultad de Sociales. Grupo de Estudios sobre Marxismo e Historia Argentina en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Grupo de Investigación Feminismo y Política, UBA. Twitter: @deangelisas