El veinte de marzo, cuatro meses después de que el virus del COVID-19 comenzara a expandirse por el mundo, el país entraba en el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Hoy, a solo días de cumplir los cinco meses desde aquella decisión, las cifras de desempleo (224.000 puestos de trabajo), pese al respaldo salarial del Estado al sector privado, responden a la inestabilidad del mercado en esta coyuntura de ceses, fluctuaciones y estatismo.

El tres de agosto, en medio de esta situación, con un alza de contagios y fallecimientos, centros de salud que dan serios pronósticos de saturación, funcionarios que sin descaro llevan agua para su molino y periodistas que celebran contagios y dan un pésimo ejemplo a la audiencia tomando veneno como solución inmunitaria, el equipo económico del gobierno, presidido por el ministro de economía Martín Guzmán, lograba un acuerdo histórico con los acreedores internacionales para aliviar el horizonte económico y evitar el “default”.

Esta reestructuración de la deuda implicará un ahorro de 33 mil millones de dólares a las arcas del Estado, fondos que, en vez de abultar las billeteras del empresariado y ser fugado fuera del país como lo hizo la gestión anterior, encontrarán un mejor camino al interior del territorio.

Dentro de la desalentadora coyuntura, alimentada a diario por las cifras de este desenfreno, el nuevo panorama da razones suficientes para ser optimistas.

En primer término, porque están dadas las condiciones para inyectar recursos en infraestructura básica que permitan reactivar la economía y crear puestos de trabajo. La caldera productiva, debilitada no solo por la pandemia sino por las devastadoras políticas neoliberales de los últimos cuatro años, necesita recobrar intensidad, y eso se logra generando obra pública, facilitando ayudas financieras a los sectores productivos más desfavorecidos, recuperando el trabajo y el consumo.

En segundo término, pero no menos importante, porque nos permite elaborar una planificación económica que atenúe lo máximo posible la recesión que se viene. Sin desatender las necesidades del presente, es sustancial tener un ojo puesto en el horizonte (ahora despejado, como dijo Alberto Fernández) para generar condiciones de ventaja frente a lo que inexorablemente se avecina.

Esto último conlleva un trabajo mancomunado entre los distintos niveles de gobierno y la sociedad, cuya participación consciente asciende a niveles históricos de responsabilidad. De nada sirven las medidas preventivas si son desestimadas. Las políticas de sanidad funcionan como guías que le corresponden al ciudadano llevar a la práctica, por su bien, el de sus círculos cercanos, el de todos.

Tomo las palabras de Perón, que decía que el éxito a nadie le sale al paso, que es obra de la previsión, de la organización y la realización.

*Zarateña, socialista y militante de Nuevo Zárate.
 Diputada Provincial por la Segunda Sección Electoral del Frente De Todos. Twitter: @Patmoyano