La crisis de la pandemia del coronavirus es también una oportunidad. Podemos hacer una introspección individual y global sobre cómo vivimos, cómo producimos y cómo consumimos.  La pandemia no es un “desastre natural” y no es el único. Hay otras crisis y desastres como el cambio climático o la desaparición de la biodiversidad o la creciente injusticia climática y social entre humanes. Todas se retroalimentan entre sí, son consecuencias de la acción humana y por tanto, eran evitables y pueden modificarse.

Vivimos lo que les científiques han denominado el “antropoceno” para caracterizar esta época geológica del planeta en la cual les seres humanos somos la fuerza mayoritaria generando la devastación de nuestras bases materiales y hasta nuestra propia extinción. El capitalismo patriarcal con sus diferentes facetas: extractivismo, productivismo  y consumismo nos ha traído a este lugar.

Las mujeres, junto con les niñes, somos las principales víctimas de los más graves problemas ambientales del planeta y en nuestro país eso no es la excepción. Pero también, somos mayoritariamente mujeres al frente de todas las luchas de resistencia frente al extractivismo en los territorios y ecofeministas las que estamos aportando claves para repensar la relación de la humanidad con la naturaleza, develando la trampa de la explotación ilimitada e invisibilizada de las mujeres y de nuestros bienes comunes y convocando a construir un modelo alternativo.

Tenemos que producir un “diálogo de saberes y culturas” para afrontar estas crisis y salir de ellas con un salto cualitativo hacia adelante, no dejando nadie atrás y sin volver todes atrás.

La ciencia hace diez años venía alertando sobre los saltos zoonóticos y hace tres años al menos predijo, de manera verificada, que esto que sucedió con el covid-19 podía suceder. El común de las personas no accedemos a esa información pero los líderes mundiales no lo podían ignorar y no hicieron nada para evitarlo.

Según la ciencia, un animal silvestre puede contener 50 tipos de virus que son desconocidos para nosotres. No se enferman, porque evolucionaron con ellos. Pero, ese no es nuestro caso. Cuando intervenimos su hábitat, cuando desmontamos el bosque en donde viven, cuando los sacamos de ahí y quebramos las barreras que nos defienden, sobrevienen enfermedades. Pasó antes también: el HIV, el SARS y el Ébola son ejemplos de ello. Y pasará nuevamente si no cambiamos nuestra relación con la naturaleza.

El Programa de Naciones Unidas para el Ambiente viene advirtiendo cómo inciden en las zoonosis la deforestación y los cambios de uso del suelo, la pérdida de la biodiversidad, la agricultura y la ganadería industrial intensiva, la resistencia antimicrobiana por la sobrecarga de antibióticos, el comercio ilegal de vida silvestre, el cambio climático y en sus impactos negativos en  nuestra salud humana.

Aunque vivamos lejos del bosque desmontado o del mercado que comercializa especies silvestres, las consecuencias nos llegan, porque el planeta es uno, y nosotres somos uno con él. Es un planeta, es una salud.

Las burradas políticas o las miradas primitivas sin atender a la ciencia se pagan con vidas. Esto vale para el caso del coronavirus, pero lo que pasa con el cambio climático no es distinto.

El cambio climático ya lleva muchas muertes en todo el planeta de humanos y de millones de seres vivos. Lo vimos en la Amazonia y en Australia. Pero también, en Argentina hubo muertes en las inundaciones en CABA y en La Plata, sequías, incendios, ciudades destruidas como Comodoro Rivadavia y en el 2013 cantidad enorme de muertes por el calor. No hay que verlos como hechos puntuales y aislados ni como “desastres naturales” impredecibles e inevitables. Hay que ver toda la película, unir todos los puntos para ver el dibujo completo. Por eso, son tan importantes las acertadas decisiones del Presidente en torno a la salud y el aislamiento.

Ahora mientras se administra la crisis, es tiempo también de tener visión estratégica e imaginar las alternativas para no volver al pasado.

Volver a la actividad económica, no debe significar volver a hacer lo mismo e igual. El parate nos permite un laboratorio para experimentar cambios graduales pero que en muchos casos deben ser radicales. Hay que recurrir a la ciencia también en esta fase.

Debemos dejar atrás el pretendido “desarrollo sustentable” nunca alcanzado y hoy imposible habida cuenta el grado de deterioro (ya que se proponía un desarrollo que no destruyera los sistemas de soporte, que hoy ya están destruidos). Debemos apostar al desarrollo regenerativo, esto es, a usar los bienes comunes para mejorar el bienestar de la humanidad de forma que mejore la capacidad de los sistemas de soporte necesarios para el crecimiento futuro: transición energética, prohibición de la obsolescencia programada, eficiencia energética en el transporte, en los materiales y en la construcción, transición a la soberanía alimentaria con agroecología y ganadería extensiva, prohibición de agrotóxicos y semillas transgénicas, ciudades rururbanas, economía circular, respeto a bosques, glaciares y humedales, ahorro de agua, apoyo a la economía del cuidado y a lógicas de producción sin daños.

Esto requiere un profundo cambio cultural, una revalorización y escucha de las diversidades, empezando por los saberes de los pueblos milenarios de nuestra Abya Yala (nuestros pueblos originarios de las Américas) y su Buen Vivir, pero también de Asia y África en la búsqueda de la armonía con la naturaleza. Requiere escuchar a la ciencia, sus advertencias y orientaciones para mantener las bases de la vida, sin la cual no hay sociedad ni economía. Requiere un reordenamiento de valores que nos haga salir del consumismo y la financiarización de la economía.

Les humanes hemos perturbado al planeta. Ahora la naturaleza nos perturba. Ojalá la perturbación nos haga reaccionar. Les jóvenes, les ecologistas y las ecofeministas hemos reaccionado y estamos en rebelión. Necesitamos liderazgos que asuman la salud en sentido amplio y de manera sostenida en el tiempo así como la necesidad de cuidar la salud del planeta. Ojalá les actuales líderes asuman el timón de la economía en este rumbo el día después de la pandemia, sino urgente habrá que construir nuevos liderazgos que lo comprendan.

*Abogada ecofeminista especialista en Derecho Ambiental y Género. Profesora de DDHH y Derecho Constitucional en UBA. Integrante de la Red de Mujeres Defensoras del Ambiente y el Buen Vivir y del Women´s Major Group de Naciones Unidas. Twitter: @Lubertino