Se cumplió un mes del rechazo de la ley de aborto legal, seguro y gratuito en el Senado Nacional.  Fue una derrota que dejó victorias parciales para el Movimiento Feminista en nuestro país. Especificar cuáles son las consecuencias precisas de la derrota y en qué consisten los logros que tuvo el debate del aborto en la vida concreta de las mujeres es complejo. Una pasa de sentir que estamos transitando una revolución feminista inevitable, y exudar optimismo, a saber que mujeres siguen muriendo por abortos clandestinos –hechos con perejil-, a leer las editoriales de La Nación -que cuestionan peligrosamente argumentos científicos y derechos conquistados-, y a escuchar las declaraciones de Baby Echecopar, llenas de odio, en boca de otros, a pensar que nos falta un largo, largo camino por recorrer.  Y así, ida y vuelta.  Componer un diagnóstico, aunque sea contradictorio, nos permite saber mejor dónde estamos paradas y cómo seguir.

Rebobinando. La irrupción de Ni Una Menos en 2015 se debió al horror y el rechazo que nos genera que mujeres sean asesinadas, cruelmente, a causa de la violencia de género. La reacción inicial fue catatónica, se extendió por todos los ámbitos de la vida social y dejó como saldo una masiva conciencia sobre las injusticias de género. De los femicidios, acaso la versión más extrema de la violencia hacia la mujer, pudimos visibilizar otras formas de violencias cotidianas que padecemos las mujeres de nuestro país; infinitas y en todos lados. Empezamos a poder visualizar que aquello que nos pasa a cada una, nos pasa a todas y que no queremos que nos siga pasando. El debate por el aborto, implicó una maduración del movimiento feminista: transitamos el camino de sabernos víctimas de violencias a exigir que el Estado reconozca nuestros derechos. Construimos una demanda popular organizada por la ampliación de nuestros derechos, establecimos estrategias conjuntas, amplias, horizontales, intergeneracionales, situamos el rol del Estado y en ese acto la necesidad de visibilizar las desigualdades que tenemos al interior de este nosotras, para transformarlas: hay unas que sufren por la clandestinidad, pero las más pobres la pasan peor, y mueren de desamparo.

La emergencia de infinitos espacios con infinitas lógicas organizativas, desde todos los ámbitos sociales y en todo el país que nacieron al calor del debate del aborto para quedarse y la unidad diversa en la que tomó cuerpo el Movimiento de Mujeres y convocó a millones, son algunos de los saldos positivos que dejó este debate. También el sabernos poderosas: el desafío será de aquí en más, construir agendas para avanzar sobre nuestras necesidades y transformarlas en derechos.

La irrupción de una nueva moral, también, nos ilusiona. El amplio debate cultural que se encarnó en el tratamiento legislativo sobre la ley de IVE, giró en torno a dos morales. Una instituida, desde el inicio de los tiempos, forjada a partir de la posibilidad que mujeres y varones se puedan identificar con una nube, un árbol, un marsupial, un grupo de células pero nunca con una mujer y sus problemas. Que sitúa a la sexualidad como tabú, y nos castiga por su libre ejercicio, nos llama a cerrar las piernas y a asumir el rol de la maternidad –aún a sabiendas que es forzada y producto del cincelamiento de nuestras subjetividades en torno a infinitas violencias. Que pretende ejercer un tutelaje moral sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas y nos anhela austeras de deseos y proyectos singulares. Y nos juzga, con crueldad, si sorteamos sus mandatos. En contraposición, durante el debate hemos parido una nueva moralidad cuya base cultural es la solidaridad de género: sororidad. Alojarnos sin juzgarnos, poder establecer un lazo identitario con otra que siempre es diferente, y promover el respeto a esa diversidad, sacar la sexualidad del closet y poder hablar de deseos, siempre múltiples, son algunos de los elementos que ingresaron en debate público. También la posibilidad de pensar el maternaje de otro modo: la maternidad no deseada es muchas veces sentida como una condena y la deseada no es un lecho de rosas. Esta nueva moral tiene capacidad instituyente, porque es encarnada por las más jóvenes, quienes lejos de adecuarse a mandatos patriarcales se rebelan buscando nuevos modos de significarse a sí mismas, a las mujeres como sujetos de derecho y al rol que sueñan en una sociedad que quieren transformar.

Esto nos emociona

Sin embargo, es importante tener en cuenta que este camino de conmoción de las estructuras sociales y culturales no es lineal. El resultado de la votación en el Senado es producto de la primacía de una moral patriarcal, que se llevó puesta el debate del aborto como un problema de salud pública y  la integración de nuevos derechos al Estado. Los sectores que se opusieron a la ley, lejos de contentarse con habernos quitado aquello que es nuestro: que el Estado garantice nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas en condiciones dignas, han reforzado su organización con la vocación de hacernos retroceder en derechos ya adquiridos.

La despenalización del aborto y la necesidad de reforzar la Educación Sexual se presentaban como consenso para los/as que estaban a favor y en contra de la ley durante  el debate. Hoy están siendo puestos en cuestión. La ley de IVE tiene posibilidades de ser tratada recién en 2020.  En este mes, tres mujeres murieron por abortos clandestinos y a causa de la pobreza: dos en la Provincia gobernada por la aliviada Gobernadora, que echó a la responsable del programa de salud sexual y reproductiva de la región sanitaria donde estas mujeres murieron por ajustarse a las causales del fallo F.A.L. 

Por más redes que armemos, y por más valiosas y valientes compañeras que en organizaciones populares asistan a mujeres, el Estado es el único instrumento que permite igualarnos. Trazar una agenda, de ahora en adelante, de conquistas institucionales resulta indispensable.  Aún cuando dichos avances nos parezcan insuficientes, lejos de alejarnos de la posibilidad de conquistar el aborto legal, seguro y gratuito como derecho, nos acercan a él, en el marco que van construyendo un camino que fortalece lo ya hecho y asegura las condiciones para dar las luchas que tenemos por delante. Es éste el debate que nos debemos dar. Necesitamos que las mujeres que abortan dejen de ser un sujeto social perseguido por el código penal. Necesitamos que esto se consiga este mismo año, para que el envión que tomó el Movimiento de Mujeres en Argentina no quede carente de logros concretos; para que por el contrario, fortalezca su dinámica específica,  para que la hipocresía termine de salir del closet y las mujeres se acerquen al sistema de salud. Y esta medida debe ser exigida por las legisladoras, pero acompañada por el Movimiento Feminista en su conjunto. Del mismo modo, que la ley sobre la obligatoriedad de la Educación Sexual Integral que pretende que volvamos a dar un debate que ya dimos en 2006, cuando se aprobó la ley de ESI, los sectores de la denominada “ola celeste” tienen una agenda ya trazada desde tiempos inmemoriales: mantener el status quo.

Nuestra agenda está en construcción y los caminos que abrió el debate por la IVE, son infinitos. Pero a nosotras, a diferencia del insensible Presidente, no nos daba lo mismo el debate por el debate. Por nosotras, no algunas sino todas, por las más jóvenes cuyo protagonismo tiene que conducir estas iniciativas, necesitamos avanzar en el piso de derechos porque solo de ese modo se va a caer. Tirándolo.

*Psicóloga. Especialista en problemáticas de género. Militante peronista y feminista. Twitter: @plambertini