Advertencia al lector: el título de esta nota no es un click bait. Pareciera que para la gestión de Garro con dos pollos se puede garantizar una olla popular para 50 familias o más durante toda una semana. Eso denuncian vecinos y vecinas de los comités populares de los barrios Melchor Romero, Savoia, Villa Elvira, Olmos, Arana y Abasto, que le contaron Diagonales las necesidades que están padeciendo en plena crisis del coronaviurs.

Los reclamos van desde necesidades inmediatas como alimento o termómetros para los comedores, a faltantes estructurales como la provisión de energía eléctrica, agua potable, zanjeos para evitar inundaciones, cajeros electrónicos para no tener que recorrer grandes trayectos para hacerse de efectivo, o mayor conectividad de los barrios a través del transporte público e internet. Estas peticiones se organizan en comités populares en los barrios, y se vienen tramitando en los comités de crisis de cada delegación comunal creados a fines de abril por el Consejo Deliberante. Sin embargo, en algunos casos esas reuniones de los comités oficiales están siendo demoradas por el Municipio y no respetan la periodicidad quincenal establecida por la ordenanza.

MUCHA DEMORA, POCOS POLLOS, POCAS RESPUESTAS

Por caso, este sábado debía realizarse una reunión del comité del barrio Savoia, que el Secretario de Espacios Públicos José “Pepe” Etchart le suspendió a los vecinos aduciendo que ese día de le iba a “meter fuerte a los controles de tránsito”. Etchart, de 36 años, es hombre de la Coalición cívica de Lilita Carrió, y viene desempeñándose como funcionario Municipal y Provincial de las gestiones de Cambiemos durante los últimos años. “Sería bueno ver la foto del funcionario pidiendo los permisos en los controles de tránsito. Sino no se explica por qué no puede estar en una reunión”, dice María, vecina y participante del comité popular del barrio. “Recién después de más de 80 días de cuarentena nos llegaron los primeros alimentos del Municipio. Cada olla recibió 16 bolsas, pero cada bolsa tenía un kilo de fideos, uno de arroz, un litro de aceite, un kilo de harina, algunas latas, entre otras cosas. Yo en una olla, para una comida, uso alrededor de diez paquetes de fideos. Esas 16 bolsas se fueron en un par de comidas”, dice. Después de esa primera entrega “grande”, recibida por los vecinos recién el 8 de junio, desde el Municipio bajaron tres entregas de dos pollos, media bolsa de papas, cebollas, y unas salsas de tomate para cada olla. En el barrio hay 6 ollas/merenderos, que alimentan en promedio a 50 familias cada una. La insuficiencia en la cantidad de alimento entregada es una evidencia matemática. “Yo saco de mi bolsillo para los frescos. Tuve que comprar seis kilos de alitas para completar al menos una comida con los dos pollos que mandaron” agrega María. Pero los alimentos no es lo único que reclaman en el Savoia. Falta de medicamentos para la salita Nº 38, desinfecciones y limpieza de zanjas son algunas de las necesidades del barrio. “En el Savoia estamos abandonados en todo sentido. De Centenario para el lado de City Bell es todo una belleza, no hay una basura en el piso. De las vías para Savoia, olvídate”. María es militante de la Coordinadora 25 de Mayo, de la UTEP.

A Cristóbal Marcioni le dicen “Toto” casi desde que nació, es militante del Movimiento Justicia y Libertad y uno de los representantes del comité popular del barrio Arana en el comité de crisis oficial de la comuna. Le contó a Diagonales que, entre los siete comedores y cuatro merenderos del barrio, le garantizan el alimento a los vecinos de lunes a sábado. Cada comedor recibe entre 70 y 120 personas, y el Municipio les aporta aproximadamente un 15% del alimento que necesitan. “Y con el 15% creo que estoy siendo muy generoso” dice Toto. Reciben 21 pollos una vez por semana para repartir en los siete comedores, y menos de media bolsa de papas, zapallo, cebolla y zanahoria. “Al principio no había nada, ahora por lo menos hay esto” es la respuesta que reciben del Municipio cuando manifiestan lo insuficiente de la provisión. Pero aquí tampoco el alimento es el único reclamo. Un relevamiento que realizaron en el barrio arrojó que el 65% de las familias no tienen un termómetro, elemento indispensable para controlar uno de los principales síntomas del Covid-19. “Pedimos al comité de crisis y nos dijeron que no había plata destinada para eso. Terminé yendo por mi cuenta con $1500 y compré dos termómetros para que por lo menos haya en dos comedores y las familias sepan que se pueden controlar la temperatura ahí” expresó el referente barrial. “Pero hay cuestiones más estructurales y que suman al riesgo y el abandono. No tenemos un cajero electrónico cerca, y para retirar el efectivo de asignaciones o el IFE hay que tomar un colectivo al centro de la ciudad, con la posibilidad de traer el virus al barrio. Pedimos que instalen al menos uno móvil por la emergencia, pero nos dicen que depende del Banco Provincia y no llega ninguna respuesta. Otro punto es que en el barrio las telefónicas no garantizan la señal, no llegan las antenas, y el wifi es muy caro para las familias. No hay posibilidad de comunicarse, no se puede garantizar la continuidad pedagógica, mientras que en las plazas del centro de la ciudad hay wifi gratuito por parte del Municipio. El comité de crisis funciona regularmente pero no garantiza soluciones”. Estos reclamos se los plantean en el comité de crisis al Subsecretario de Gobierno, Cristian Albamonte.

SIN LUZ, SIN AGUA, SIN ASISTENCIA PARA EL AISLAMIENTO

Otro aspecto recurrente en los testimonios de diferentes barrios son los problemas con la energía eléctrica y la provisión de agua. A los vecinos del Arana, EDELAP les dijo que no tiene los abonados suficientes como para invertir lo necesario para revertir el problema de baja tensión que sufre el barrio. Después de mucho reclamo, aceptaron instalar un medidor en la Iglesia donde está la bomba que nutre de agua a los hogares, y que no funciona si hay baja tensión. Pero la empresa dice que el pilar para instalar el medidor tiene que construirlo la Municipalidad. No hace falta aclarar que los vecinos del barrio siguen teniendo problemas para lavarse las manos en plena pandemia.

Lo mismo sucede en el barrio Cristo Rey, de Melchor Romero. Allí, el barrio comparte un transformador son su vecino Santa Rosa, lo que genera permanentes cortes del suministro que a su vez se traducen en la falta de agua por el no funcionamiento de la bomba. Los vecinos del barrio realizaron un corte en 182 y 44 esta semana en reclamo por esta situación, y el municipio sigue pateándoles una reunión con EDELAP para abordar una solución al problema.

En Villa Elvira, los vecinos escucharon un compromiso para solucionar este mismo problema de parte del Secretario de Obras Públicas, Luis Barbier. “Llamó por teléfono a la empresa y dijo que se iba a solucionar, y por supuesto que nunca se solucionó” dice Fidelina Montiele, representante del comité popular del barrio por parte del comedor del centro cultural Aty Guazu Ñande Japahapé, y militante de Patria Grande CTA. Los cortes de luz y pérdida de presión del agua son una cotidianeidad también allí. Además, denuncian que sólo recibieron alimentos tres veces en lo que va de la pandemia por parte del Municipio, en cantidades insuficientes como las de los otros barrios. Se sostienen con donaciones de la CTA, el Consejo Social de UNLP, y el aporte de vecinos. “Hay 17 cooperativistas que cobran el programa Hacemos Futuro y donan $600 para los alimentos”. Como si sobrara...

El club “Corazones de El Retiro”, del Frente Carlos Cajade, fue muchas cosas en su historia: una comparsa, club de fútbol, club del trueque, biblioteca popular; hoy, está abocado a darle una copa de leche a 160 chicos y una comida a 230 personas cada martes y jueves. Junto con otros cuatro comedores del barrio organizan la semana para que las familias puedan alimentarse. Pero la ausencia municipal sigue siendo la nota, también en este territorio. “Los comedores estamos provistos, pero por fuera de la Municipalidad” dice Néstor, referente del comedor y militante del Carlos Cajade. “Recibimos alimentos después de más de 80 días; alimentos secos enviaron sólo una vez; después hubo tres entregas de seis pollos para los 5 comedores y verduras que alcanzan para tres comidas. Recibimos donaciones de la UNLP, de desarrollo Social de Provincia, y del CECIM de La Plata (Ex Combatientes de Malvinas)”, y concluyó: “Los que estamos garantizando la paz social somos los comedores y ollas populares, con el esfuerzo de los compañeros”. Néstor manifiesta que, en cuatro años de gestión, la gente de Garro no fue nunca al barrio, hasta que hace poco surgió un caso de Covid en un supermercado chino y aparecieron. Pero no aportan soluciones a los problemas estructurales como los basurales del barrio, o las inundaciones que empiezan a aparecer con las lluvias de invierno y por falta de zanjeos. Otro reclamo de sus es la incorporación de un recorrido de transporte público por la calle 155, que está asfaltada, y que podría unir la 520 con la 66 permitiendo con ese recorrido un acceso directo para los vecinos al Hospital Romero, la Escuela Media Nº 13, la Escuela Primaria Nº 63, La Escuela Secundaria Nº 77, el Jardín Maternal Nº 958 y la UPA de Los Hornos. Un simple recorrido de colectivo que le ahorraría a vecinos largas y peligrosas caminatas innecesarias.

Otro aspecto central que los vecinos de casi todos los barrios consultados resaltaron como un problema grave, ya denunciado en publicaciones anteriores por Diagonales, es la falta de seguimiento por parte del Municipio para los casos positivos aislados en sus domicilios y sus contactos estrechos. En todos los casos, son las propias organizaciones quienes se encargan de proveerles a las familias aisladas lo necesario para que no tengan que salir de sus casas, como alimentos, pañales para los chicos, elementos de limpieza e higiene, etc. Ningún testimonio relató presencia alguna de agentes municipales en esta tarea fundamental para evitar la propagación de los contagios.

COMITÉS DE CRISIS, UNA CONQUISTA DE LOS COMITÉS POPULARES

A fines de abril, el Concejo Deliberante aprobó un proyecto de ordenanza enviado por el Intendente Julio Garro para la creación de los comités de crisis en cada una de las 14 delegaciones comunales.  En cada caso, el comité debe estar integrado por tres concejales (oficialismo y oposición), un representante del municipio, dos de organizaciones sociales de la zona, uno de la Iglesia Católica, uno de los Pastores, uno por parte del comercio y otro de club de la zona, y debe reunirse cada 15 días. Sin embargo, esta institucionalización de la composición social de los territorios no fue producto de la buena fe municipal en su búsqueda de llegar con el Estado allí a donde no había ido en cuatro años.

El proyecto surgió como respuesta a la presión de las organizaciones populares que, al verse excluidas de la primera reunión del comité de emergencia que realizó el Municipio a fines de marzo, armaron sus propios comités populares y comenzaron a articularlos entre sí. Así llegaron a una masiva reunión en el mes de abril en la Facultad de Trabajo Social de la UNLP, donde elevaron un pedido formal que el Municipio no tuvo más remedio que escuchar. Hoy, las organizaciones rescatan la importancia de estos espacios institucionales que, a pesar de su falta de respuestas, no dejan de ser un canal para plantear reclamos de manera oficial.

“No todos los comités de crisis tienen el mismo funcionamiento, no todos funcionan con la periodicidad que deberían, pero al menos hoy tenemos un lugar para canalizar nuestras demandas” dica Ramiro Berdesegar, militante de la CCC y referente del barrio Abasto. “La contención de esta crisis se debe, en primer medida, a la solidaridad y la red de articulación de los vecinos platenses. Pero los comités oficiales son un instrumento importante para que el Municipio tenga que dar respuesta. Algunas veces las da, y otras no. Pero si esto se corta, si estos espacios se pierden, no lo va a sufrir el Municipio, lo van a sufrir los vecinos y las vecinas de los barrios populares. Los comités tienen que perdurar en la post pandemia y trascender a toda disputa política, porque obligan al Estado a responder”.

Las organizaciones populares de La Plata se plantan así en los espacios conquistados, y siguen reclamando por más respuestas para dar la batalla contra la pandemia, el abandono y el hambre que están dando desde la primera línea. El Municipio tiene la pelota, y de sus decisiones depende que estas articulaciones se potencien en una salida colectiva a esta gran crisis, o que se siga caminando hacia una tragedia social.