La extensa entrevista que CFK ofreció refuerza la propuesta central de su campaña: equilibrar el poder creciente del capital económico frente a los derechos y condiciones de vida ganados por amplios sectores de la sociedad que viven de su trabajo.  El desafío de Cristina es volver a colocar su liderazgo como garante de los derechos amenazados por la lógica caníbal del capital financiero, propone equilibrar el poder real de los grupos económicos desde el poder formal del Estado. Para lograrlo apela a profundas tradiciones políticas argentinas.

Muchos votantes piensan que repartiendo su voto entre los diferentes candidatos se logra un “equilibrio de poder” porque piensan que el poder solo habita en los cargos políticos formales que se eligen en las elecciones.  La tradición popular argentina de Yrigoyen al peronismo va mas allá de ese equilibrio “dentro de la política” y  propone un movimiento amplio que enfrente, controle y contrapese el poder económico concentrado. Los cargos formales dentro del sistema político son una parte de ese movimiento de balanceo y contra poder que permite expresar los limites que la ciudadanía le pone a la desigualdad de poder y recursos.

Sobre eso vale una aclaración que permitiría poner en un cuadro más amplio lo que se entiende por poder y quien lo ejerce legítimamente en una sociedad capitalista periférica como la nuestra. Es importante distinguir entre poder real y poder formal. La republica supone la alternancia en el poder y los contrapesos, pero ¿qué pasa cuando en una sociedad se van construyendo espacios de enorme poder que no están sometidos al voto popular? Pensemos que el modelo de democracia republicana se concibió para una sociedad igualitaria donde ningún grupo tiene demasiado poder sobre los demás grupos o individuos.

Pasado el tiempo y la historia encontramos que nuestras sociedades han evolucionado democráticamente pero con grandes concentraciones de poder que funcionan de modo permanente sobre los aspectos más importantes de nuestras vidas, y nunca están sometidos a los votos. Pensemos en los grandes bancos, que definen cómo se organiza el crédito, las grandes empresas de alimentación que definen qué y cuanto comemos; los terratenientes que le dan forma a nuestra economía manteniéndola en la etapa primaria de la producción; y la novedad, los grandes medios de comunicación que definen qué es real y qué no.  Visto de esta manera el punto de equilibrio se debería colocar en otro lado y no solo en un reparto de poder formal entre fuerzas políticas.

El voto es fundamental para restablecer un mínimo de equilibrio pero del poder real. Las últimas elecciones presidenciales han colocado a estos grupos de poder real de los dos lados del mostrador: son los dueños de los principales recursos estratégicos para nuestra vida (energía, alimentos, capitales, medios de comunicación) y controlan el poder ejecutivo y los órganos de control. En este contexto el sentido del voto es muy diferente a los que ocurre cuando estos grupos están fuera del poder ejecutivo y son controlados por el Estado.

El último lugar donde se puede balancear este poder económico político es el Congreso. Por eso CFK se presenta como el contrapeso a ese poder total que muchas veces en nuestra historia no ha sabido contener sus propios impulsos autodestructivos, como en las crisis de la salida de la convertibilidad a fines de los '90 u muchas otras veces a lo largo de la historia argentina. El equilibrio del poder verdadero está presente con fuerza en la tradición política argentina, eso se puede ver entre los propios votantes del PRO que suelen justificar su voto en el espanto que les produce el Kirchnerismo, pero al mismo tiempo expresan su desconfianza con los CEOs y sus discursos marketineados.

A esa tradición política apunta Cristina en sus intervenciones de campaña: hay un equilibrio de poder que se está perdiendo en la Argentina. Si bien todavía no se expresa claramente, está por mostrar su peor cara que es el ajuste y la desbandada económica. Por esta razón, Cristina ocupa el lugar central en la escena política. Ella condensa la idea del contrapeso con el poder real. Y ese poder real la acosa por fuera de los espacios de la política formal,  la golpean en  todos los puntos que pueden,  en esto los medios y algunos agresivos miembros del poder judicial juegan a ser la avanzada de ese poder real, sus mejores guardianes. Quizás esa dinámica es la que retroalimenta el lugar central de Cristina, si el poder real le elige a ella como enemiga, al mismo tiempo la construye como su principal contrapeso.

*Sociólogo, investigador del Observatorio para la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo. OETEC