Una vez más, el sufrimiento de un pueblo, ante un modelo de ajuste económico, se transformó en organización y consolidó su salida democrática en las urnas. El fenómeno del peronismo, que arrasó ayer en elecciones presidenciales en Argentina, vuelve a dar que hablar. ¿Por qué una y otra vez resurge el peronismo? ¿Qué tiene para ofrecer este modelo político a las “nuevas” demandas  populares que convulsionan las democracias en todo el mundo?

Desde las neurociencias, considerar movimientos complejos como el peronismo nos lleva inevitablemente a pensar cómo funciona la naturaleza humana, es decir, cómo funcionamos las personas. El peronismo hoy en Argentina articula no sólo demandas sociales que surgieron ante la crisis neoliberal, sino que une trasversalmente a un pueblo que tiene autoestima, reclama derechos y pide por una mayor justicia social.

El peronismo ha funcionado desde sus orígenes como un gran articulador de la sensibilidad social argentina. En sus comienzos, la base peronista estaba formada por los sectores populares y obreros; pero hacia finales del siglo XX el movimiento traspasó la cuestión de clase, y se volvió transversal, sumando a intelectuales, estudiantes universitarios, movimientos sociales y parte de la “clase media” argentina.

Pertenecer al “movimiento peronista” se transformó en un aspiracional. Es que la historia que construyó el peronismo (por sus propios logros y también por la reacción de las corrientes anti-peronistas) unió en el sentimiento a millones de argentinos, detrás de las banderas de “justicia social” e “igualdad”.

Entre quienes son parte, el peronismo activa una “fibra social” que es profundamente visceral/emocional. Las nociones de derechos e igualdad, que trabajó simbólicamente el peronismo durante toda su historia, genera que esa “fibra social” se active al ver el sufrimiento de otros (que son iguales a mí).

Una vez que en nuestro esquema mental se incorpora la noción de que el otro es igual a mí -que tiene los mismos derechos que yo, y por tanto, merece las mismas oportunidades- no se puede ser indiferente ante el dolor/sufrimiento ajeno.

Y ese peronismo / esa emoción / esa humanidad “brota” al ver a una persona durmiendo en la calle, ante una historia de alguien que se quedó sin trabajo, al ver las manifestaciones y represión en Chile, etc. Esa humanidad, de conmoverse ante el dolor ajeno, brota porque está atada a la emoción.

1. -Que tiene la capacidad de desencadenar respuestas corporales/viscerales. Es decir, aquello que interpela a mi “ser peronista” (la injusticia, el sufrimiento, etc.) genera una reacción en mi cuerpo, más precisamente en nuestras vísceras (que tienen línea directa con las estructuras emocionales del cerebro).

2.-Que interpela a nuestra mente no consciente. La emoción está conformada por nuestros “programas biológicos” más primitivos. En el cerebro, las estructuras que intervienen en la emoción también participan de los procesos inconscientes de regulación de la vida (sistema endócrino, inmunitario y nervioso). Esto implica que la emoción “desencadena” cambios químicos en el cuerpo y en el cerebro, y que el “control” de esa emoción no está al mando de la mente consciente/racional.

3.-Que se une a la red de cosas/disparadores que me emocionan. Nuestro cerebro almacena las experiencias/conocimientos/información sobre nuestra vida y el mundo que nos rodea en forma de red. De este modo, los conocimientos/sentimientos/experiencias relacionados están literalmente conectados en redes neuronales. Y estas redes tienden a activarse en conjunto. Así, muchos “disparadores” de la emoción (externos o internos) tienen la capacidad de activar el “sentimiento peronista” y sus experiencias relacionadas.

4.-Que el sentimiento se refuerza cada vez que se revive. Como todo aprendizaje, el “sentimiento peronista” se hará más fuerte a medida que se vayan acumulando mayor cantidad de experiencias relacionadas. De este modo, también se genera que la emoción atada al “sentimiento peronista” esté latente y brote más fácilmente.

Por todo esto, uno de los aspectos más singulares del movimiento argentino es la articulación del “sentimiento peronista”, que no sólo ofrece un grupo de pertenencia, y alimenta un sentido de comunidad, sino que articula desde la emoción: al conmoverse ante la historia del otro y también al indignarse ante las injusticias sociales.

El modelo de democracias populares que ha ejercitado el peronismo desde su manejo del Estado puede convertirse en una opción viable para articular el creciente malestar y las “nuevas” demandas sociales que convulsionan a varios países de Latinoamérica y Europa.

Es que la alianza de gobernabilidad, que históricamente ha construido el Estado peronista con movimientos de trabajadores y organizaciones sociales, resulta necesaria para llevar a cabo transformaciones económicas y culturales en pos de una mayor redistribución de la riqueza.

La gente en la calle y la participación popular, en apoyo a un gobierno que defiende los intereses de las grandes mayorías, son indispensables en un mundo en que los grandes medios de comunicación y los sectores más adinerados actúan en tándem defendiendo sus privilegios.

Del sitio https://braintalking.club/