A diez años de la muerte de Néstor Kirchner, repensar su visión de la economía y las circunstancias singulares de su Gobierno, implica reconocer su desenvolvimiento entre tensiones. Kirchner fue un político pragmático y un administrador de tensiones en torno a una orientación: centralización de las decisiones, consensos locales, y una visión heterodoxa de la economía. Poner a la deuda externa en un sendero sustentable y que el FMI no sea un condicionante para los programas económicos locales fue una expresión de dicha estrategia.

Salvando las importantes diferencias coyunturales entre el 2005 y la actualidad, adentrarnos en la reestructuración histórica de la deuda de 2005 es también tener en mente el reciente acuerdo alcanzado por el ministro de Economía Martín Guzmán con el 99% de los acreedores, y las posibilidades cercanas de hacer lo mismo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si bien actualmente las presiones cambiarias que recibe el Gobierno Nacional pretenden disciplinarlo y forzar una devaluación, algunos debates que se dieron en la presidencia de Kirchner alrededor del rumbo de la economía, el rol del Estado y salidas ortodoxas o “tradicionales” a la crisis, son muy parecidas

Al respecto, vale recordar que la negociación llevada a cabo por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, entre mayo de 2003 y febrero de 2005, tuvo condiciones extraordinarias, pero representó algo más que un canje de deuda, fue una posibilidad de reconfirmar un contrato fundante entre el Gobierno, la sociedad, y las presiones “anónimas” del mercado. Así, al anunciar los resultados de la reestructuración en 2005 ante gobernadores y empresarios, Kirchner expresaba: "La reestructuración integral logró la máxima aceptación de los mercados y lo que es más importante se apoya en una racional sustentabilidad interna. Se trata de la remoción de uno de los más importantes obstáculos estructurales que enfrentaba nuestra recuperación". Se ratificaba una orientación estratégica.

Para conocer en profundidad la visión económica de Néstor Kirchner, e inscribirnos en lo que significó una reestructuración histórica, con una quita del 66% y una aceptación del 76,07%, Diagonales entrevistó a tres economistas de notable trayectoria. María Emilia Val, becaria postdoctoral en IDAES-UNSAM y especializada en deuda soberana y reestructuraciones de deuda, al economista y periodista Claudio Scaletta; y al economista y director de CEPA, Hernán Letcher.

Néstor y la economía: una visión heterodoxa

Néstor Kirchner personalizaba en él, muchas de las tensiones en las que se encontraba la Argentina. “Yo soy el ministro de Economía”, solía anunciar al lugar al que fuera a negociar o enfrentar presiones, y son repetidas las anécdotas de sus funcionarios en las que el Presidente sacaba su libretita para conocer y actualizar los datos de la macroeconomía. Pese a las tormentas, el ex mandatario manejaba a la perfección la rueda del timón, es así que la economista María Emilia Val resaltó: “Kirchner es un gran lector de los tiempos y las posibilidades que brindaban las circunstancias, y si bien la económica es un aspecto fundamental, no es el único”. En este mismo sentido, la becaria posdoctoral del Conicet, agregó: “El manejo de la deuda de Kirchner es un buen ejemplo de cómo el accionar político importa muchísimo, desde utilizar las diferencias entre los acreedores privados y el FMI, hasta construir un hito político con la reestructuración de la deuda de 2005, fueron aciertos del entonces Presidente”.

Hoy día, gran parte de los dirigentes políticos, independientemente del color político, reivindican el mandato de Néstor Kirchner, los grandes consensos que alcanzó y la recuperación económica lograda. Sin embargo, su visión de la economía distaba mucho de alternativas liberales y ortodoxas. Al respecto, el economista Claudio Scaletta, sostuvo: “Néstor tenía muy claro que el crecimiento no se basaba solamente en generar condiciones favorables para la inversión. Consideraba que el crecimiento es conducido por la demanda, y tenía una mirada muy crítica de aquellos que ven solo a la oferta, a las condiciones beneficiosas para los empresarios, y a la flexibilización del costo de la mano de obra, como alternativas”

En este mismo sentido, Hernán Letcher, expresó: “En el 2003 era inimaginable que la Argentina pudiera salir con más consumo y más gasto público. La mayoría de los economistas en ese momento, salvo los pocos heterodoxos, planteaban un escenario de ajuste. Néstor Kirchner se opuso rotundamente al ajuste”. Luego, el economista de CEPA sumó: “Además, Kirchner marcó un rumbo impensado en aquel entonces, reestructurar la deuda externa y recomponer el poder adquisitivo de sus trabajadores parecía algo imposible”.

Retomando la visión heterodoxa por parte de Néstor Kirchner, y en particular la recomposición salarial y el ingreso de los trabajadores, Scaletta expresó: “En el 2003 el poder de negociación de los trabajadores era nulo, porque había una elevadísima pobreza y desocupación. Es claro que en la puja entre el capital y el trabajo, así como luego lo dijo Cristina Kirchner, Néstor no era neutral y sabía que el poder ejecutivo debía intervenir ahí”.

Una oportunidad histórica para Néstor

Capitalismo financiero y endeudamiento, son parte de las reglas en las que se desenvuelven los gobiernos, y quieran o no, su política está atada a estas nuevas reglas de dominación. Sin embargo, Néstor Kirchner no perdió nunca de vista su interés por alcanzar autonomía en materia económica, y lograr un sendero con previsibilidad para el pago de la deuda eterna. De esta forma, constituir una frontera antagónica clara contra el modelo neoliberal de los años ´90, también le permitió superar aquel 22% alcanzado en las elecciones presidenciales del 27 de abril de 2003, y construir un proyecto renovador en el peronismo, convocante y transversal.  

Kirchner todo el tiempo culpaba al FMI de haber llevado a la Argentina al infierno, que era corresponsable de la crisis argentina, y que los acreedores debían hacerse cargo del riesgo de haber invertido en la Argentina. El entonces Presidente capitalizaba no tener el costo de la deuda y ser quien lo resolviera, imponiendo una propia estrategia. Así, repetía como un slogan de previsibilidad: “nosotros no somos el proyecto del default”.

Según la investigadora del Conicet María Emilia Val, “Lo que logró Néstor Kirchner en el 2005 fue algo que muchos otros gobiernos intentaron y no les salió, como le pasó a Raúl Alfonsín. El contexto de alza de las commodities, la acumulación de reservas, el superávit fiscal y externo, fue también debilidad de los acreedores y del FMI. El FMI después de la crisis del 2001 tenía muy deslegitimada su reputación, y Néstor Kirchner aprovechó este contexto económico político internacional y local para diagramar una estrategia diferente que no beneficiara a los acreedores, sino todo lo contrario. Una estrategia propia

Por su parte, el economista Claudio Scaletta sostuvo: “Kirchner combinó su lectura de ese momento con una visión económica que ponía el foco en el circuito económico. Si aumentaban los salarios, el consumo aumentaba y eso generaba que la demanda repercutiera en un aumento de la producción”. En este mismo sentido, Scaletta agregó: “La clase política se asustó mucho, de la crisis de 2001 y 2002, y entonces tuvo un gran consenso, no se lo veía como el enemigo a vencer”

En este mismo sentido, la investigadora del Conicet Val expresó: “Néstor Kirchner buscaba instalar constantemente que la quita lograda por él había sido histórica. Todo el tiempo lo repetía. Hacía hincapié en cuáles eran las cuentas del Estado, cuál era la importancia que el Estado haga una renegociación exitosa, y que nadie debía venir a decirnos cómo administrar la economía. Él corría el eje de la discusión, y hacía pensar a los argentinos en su interés por lograr la autonomía nacional”.

La histórica reestructuración de 2005

La búsqueda de autonomía económica y que el FMI no incida en los programas económicos locales eran un objetivo de mínima, pero al mismo tiempo eso le permitió alcanzar mayores grados de unidad política local, y a la vez demostrar que esa batalla contra los acreedores privados y el FMI en particular, era una tarea de todos los argentinos y todas las argentinas. No era una batalla de un gobierno en particular.

Para tener en cuenta, a finales de diciembre de 2001 Adolfo Rodríguez Saá suspendió nominalmente y unilateralmente el pago de la deuda del país en forma de títulos por un valor total de 80 mil millones de dólares con acreedores privados y del Club de París (6.500 millones de dólares). Si bien no fue suspendida la deuda con el FMI, el Banco Mundial y otros organismos financieros multilaterales, aquella suspensión, y por ende el default, tuvo lugar en un contexto de crisis económica y social de gran envergadura. Dicha suspensión del pago duró desde diciembre de 2001 a marzo de 2005 y eso le permitió al Gobierno juntar reservas, un aspecto determinante que resaltan los tres economistas entrevistados a la hora de expresar el respaldo y la autonomía que había logrado la Argentina en pocos años.

En este sentido, tanto Claudio Scaletta como María Emilia Val remarcan el miedo de los empresarios locales en diciembre de 2001, y la cercanía con el clima de 2001 y 2002.  Ambos economistas sostienen que dicho escenario abroqueló a la gran mayoría de los empresarios atrás de Néstor Kirchner, y además remarcó un apoyo político por parte de gran parte de los dirigentes a nivel nacional de aquel entonces. El desendeudamiento era una causa nacional.

María Emilia Val resalta además la debilidad de los acreedores en el contexto de reestructuración. Así, expresó: “Los acreedores eran muy heterogéneos y estaban repartidos en muchos lados. Algunos fondos de inversión en EEUU, muchos bonistas en Italia, en Japón, en Alemania, en Argentina. Ese universo muy fragmentado y constituido por minoristas que no son inversores sofisticados, fueron aprovechados por el Gobierno Nacional”. Con esta orientación, Val agregó: “Kirchner y Lavagna aprovecharon esa fragmentación y diferencias de intereses entre los minoristas y los institucionales, entre los argentinos y los extranjeros. Además, la debilidad que se dio es que no contaban con el apoyo que siempre tienen los acreedores que es lo que se llama el “sector oficial”: los países centrales, EEUU y el FMI. Argentina firma en septiembre de 2003 un acuerdo con el FMI en el que se seguían sosteniendo los desembolsos, que era un esquema de “flujo cero”. Le prestaba la plata que le debía. Sin embargo, en agosto del 2004 Argentina suspende el acuerdo que tenía, y le dice al FMI que no se meta en la política local. Lo sacó de la negociación con los acreedores y después le fue pagando todo a dicho organismo”.

Luego de 50 años de primacía del capital financiero en la economía doméstica, Argentina lograba mayores grados de autonomía económica y decisión desde su posición de debilidad. Así, el economista Claudio Scaletta manifestó: “Cuatro años sin pagar deuda por el default, y el ingreso de la venta de soja le imprimieron al Gobierno un contexto extraordinario y favorable. Incluso de mayores acuerdos políticos en al ámbito local. Las reservas empezaron a aumentar sostenidamente y con recursos propios el Gobierno Nacional tenía en los hechos cierta autonomía para negociar”.

Por su parte, el economista de CEPA, Hernán Letcher, prefirió resaltar el aspecto disruptivo de Néstor Kirchner, y arriesgó: “Fue un dirigente político que se caracterizó por marcar un rumbo político, y la negociación de la deuda hay que inscribirla ahí. Cuando uno se paraba en la poscrisis del 2001/2002, parecía inimaginable un acuerdo como el que alcanzó con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, Néstor lo logró y pateó el tablero”.

 Néstor Kirchner constituyó un contrato fundante entre el Gobierno y la sociedad entre el 2003 y el 2007, y la reestructuración del 2005 fue un paso fundamental para ello. Logró que la orientación económica y la soberanía local sea una causa de todos y todas.