A días de concluidos los comicios legislativos, la victoria oficialista aceleró los tiempos de la reforma laboral. Dicha política viene ganando terreno mediático desde hace varios meses, sobre todo a partir de la drástica resolución impuesta recientemente en la legislación brasileña. Dicho resultado fue utilizado para azuzar al sindicalismo de nuestro país en estos meses. En ese sentido, los distintos voceros patronales han utilizado los medios de comunicación para delinear los términos de sus solicitudes reformistas. Y el Coloquio de Idea fue el escenario elegido por el presidente de la Nación para explicitar sus acuerdos con los patrones.

Llama la atención cómo la posición presidencial tiene que ser moderada por el principal responsable de la cartera laboral. Jorge Triaca viene encargándose de morigerar los dichos presidenciales al insistir en una orientación gradualista y consensuada de la reforma promovida. En el primer sentido para diferenciar la opción argentina respecto a la experiencia brasileña y en el segundo sentido para diferenciar la estrategia macrista de aquella llevada adelante por el menemismo en los años noventa. Sin embargo, el escenario planteado por el triunfo electoral vuelve a establecer los interrogantes respecto al ritmo de la desregulación y sus horizontes políticos. Siendo el “blanqueo” laboral como lo suelen denominar los funcionarios una máscara para afectar los contratos de trabajo, y las garantías dadas por la legislación laboral argentina. Por ende, resta saber si la moderación preelectoral sufrirá un ímpetu mayor, avanzando sobre la legislación y en detrimento del derecho al trabajo. Parte de esos interrogantes comenzaron a responderse en la reunión en la cartera laboral con los dirigentes del triunvirato cegetista, quienes además de los límites al blanqueo han anunciado sus recelos a la hora de discutir los convenios colectivos de trabajo.

Por lo dicho, el sindicalismo cegetista muestra cada vez mayor debilidad a la hora de enfrentar esta embestida. Son dos tipos de problemas asociados los que tiene que asumir la dirigencia sindical, por un lado la ofensiva gubernamental y sus alcances para alterar la legislación laboral en curso, y la debilidad del peronismo como oposición política y alternativa de poder sin un liderazgo con autoridad suficiente para orientar al conjunto. Por consiguiente, la posición negociadora del triunvirato cegetista es débil, cuando además se sentará a negociar con un gobierno que ya incumplió el pacto de finales del año pasado. Sin un liderazgo político de la oposición, la atomización es un riesgo para la construcción política de una resistencia a esta embestida flexibilizadora.

En fin, como en el pasado, el macrismo emplea falsos dilemas para una retórica neoliberal que pretende ocultar los objetivos reformistas. Los empresarios hacen su papel azuzando con los fantasmas del retroceso en la legislación brasileña. Ambos tienen acuerdos explícitos como quedó claro en el coloquio marplatense, y el blanqueo laboral no es otra cosa que una zanahoria para ver en la desregulación algún beneficio para los trabajadores. La defensa de esos derechos laborales después del respaldo electoral tiene un riesgo manifiesto, que comenzó a revelarse en estos días. La relación entre el régimen y los gremios comenzará a transformarse tras esta elección legislativa, en condiciones de deterioro económico y laboral, como lo demostró el triunfo macrista aún anunciando las polémicas medidas reformistas establecidas como prioridad.

*Dra. Ciencias Sociales. Investigadora Independiente del CONICET, Coordinadora del Programa de Estudios Críticos sobre el Movimiento Obrero del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL, CONICET), Docente de UBA y UNLP