En 2015 Cambiemos preparó su entrada a la escena nacional con un poderoso mito fundador. Su propuesta era ofrecer a la sociedad no solo una alternativa electoral, sino un nuevo discurso político. Esto implicaba romper con viejas tradiciones e interpretaciones, y comenzar un enfrentamiento directo con el peronismo, pensado ya no como movimiento sino como el discurso dominante de la política argentina.

Entender esta pulseada discursiva es un paso necesario para entender la tónica de ambas fuerzas al apelar a la sociedad, sus ventajas y también sus limitaciones. El tema da para largo, pero hagamos, por ahora, algunos apuntes que podrían ampliarse en el futuro. Hay tres ejes que pueden destacarse en un primer sobrevuelo:

El sujeto histórico en el centro del discurso. ¿A quién se representa o se pretende representar? La operación de base de toda construcción política es la elección de un sujeto histórico, que funcione como protagonista del teatro discursivo. El peronismo nació anclado a un colectivo concreto, el de los trabajadores, que tenía un poder de interpelación muy real en 1945. Pero la historia no se detuvo ahí; los cambios en el entramado social argentino obligaron al peronismo a ampliar su sujeto histórico e incluir a actores diversos (sindicatos, movimientos sociales, etc.). Su columna vertebral está fragmentada, y con ella sus discursos.

Cambiemos nació precisamente de ese nuevo entramado social. Se asienta en un sujeto histórico posmoderno, más individual que colectivo. La pluralización de la “clase trabajadora” y la multiplicidad de aspiraciones de la “clase media” fueron el eje de su armado, y no un escollo a superar. El montaje inicial fusionó cambio con esperanza; conjugó una nebulosa de valores dispersos. El vínculo que los reúne está más cerca de ser un hilo que una cuerda.

La historia larga y la historia corta. Las tradiciones y la simbología son lazos que unen y acentúan una identidad. El discurso peronista se recuesta sobre una tradición larga y una liturgia propia (San Martín, Rosas, Perón). Cambiemos no reivindica tradiciones ancestrales ni líderes de antaño. Se recuesta, parafraseando a Hobsbawm, en una historia corta. Procura enfatizar la ruptura con viejas praxis políticas y con el pasado inmediato; dice poner las diferencias cronológicas por delante de las ideológicas. Presenta como un reflejo de tiempos pasados todo lo que no construya un horizonte futuro. Es este rasgo el que le impone la búsqueda de resultados en el corto plazo. Si el peronismo se concibe como parte de una historia, Cambiemos se presenta a sí mismo como una praxis.

Bases flexibles y límites fijos. Cambiemos procuró tejer un universo discursivo con un territorio limitado y fronteras claras. La centralidad comunicacional le permitió, con más o menos éxito, homogeneizar y monopolizar su nuevo estilo.

El discurso peronista carece de límites fijos y permanentes (¿quien tiene el peronómetro atemporal?) y es reivindicado por una diversidad de grupos políticos, con lazos asimétricos con el centro. Opera como un discurso multinivel con jurisdicciones superpuestas. Es esa plasticidad discursiva y su flexibilidad organizacional, que lo han hecho tan estudiado desde su origen, lo que le otorga un carácter único. 

Construir un discurso es crear oportunidades y definir desafíos. Una historia corta, por ejemplo, apela a un electorado que ya no se siente seducido por las tradiciones históricas pero asigna énfasis a la capacidad de lograr resultados Hablarle a un sujeto histórico, aunque parezca un anacronismo, crea lazos identitarios entre los movimientos y sectores de la sociedad. Por eso, el peronismo se vive como una pertenencia, pero Cambiemos es más que nada una preferencia política.

Cómo ya sabemos que  solo un necio confunde precio con valor, lo mismo podría aplicarse a quienes confunden discurso y realidad. Cuando la política falla, los discursos muestran sus debilidades. La reconfiguración de las narrativas no es una tarea sencilla, pero pone a prueba la capacidad de supervivencia de los partidos. Aunque uno y otro no sean idénticos, no puede ignorarse que los discursos construyen realidades y rituales de verdad a partir de las cuáles se forman las expectativas de la sociedad.

                                                                                                                                                *Politólogo. Consultor Político. Director de Doserre. Presidente de @AsacopArgentina. Twitter: @augustoreina