En el presente deben ser muy pocos los que continúan defendiendo la hipótesis de que los problemas macroeconómicos argentinos son consecuencia del desmanejo circunstancial de la política económica, o de la falta de conocimiento teórico a la hora de implementar medidas. Es que la economía local se ocupa, cada tanto, de recordarnos sus complejidades, sus excesos, su psicología social particular, todas propiedades que acometen contra las bellas ecuaciones matemáticas que pueblan los modelos de los economistas académicos.

En un contexto que a esta altura debía estar signado por la certidumbre, las reglas de juego claras, la paz social y la tendencia al ordenamiento macroeconómico, el mercado cambiario tronó su descontento una vez más. El dólar tocó los 23 pesos pese a las sucesivas jornadas de intervención del Banco Central, hasta que la paciencia de perder de reservas se acabó y mutó hacia la decisión de subir las tasas de interés. En el pico de la euforia alcista de la divisa, la tasa de referencia trepó al 40% en una demostración fehaciente de que la autoridad monetaria está dispuesta a detener cualquier escalada desmedida con determinación.

Las aceleraciones cambiarias, como siempre, tienen componentes coyunturales y de naturaleza estructural. En el plano internacional, la inestabilidad financiera se volvió más aguda en las últimas semanas a raíz de la (esperada) suba de tasas en EE.UU. y el consecuente fortalecimiento del dólar. En parte como consecuencia de esto, en 2018 se dificulta colocar deuda en el exterior. Localmente, los vaivenes políticos derivados de la suba de tarifas pusieron el marco, y las liquidaciones de LEBACs para minimizar el impacto del impuesto a renta financiera el disparador para irritar al mercado cambiario.

Este nuevo desafío convenció a las autoridades de que había que actuar. Pero el expertise en el manejo de las turbulencias suele ser inversamente proporcional a la confianza en los ajustes automáticos de mercado, y muchos opinan que la reacción oficial pudo terminar siendo costosa. La primera respuesta fue intentar frenar al dólar cediendo reservas, aunque tras el sacrificio de casi 3.000 millones, el precio siguió su rumbo. La suba de la tasa de 30% a 33% tampoco surtió efecto en principio, y esa decisión se corrigió rápidamente antes del fin de semana para llevarla a 40%.

La estructura que hay detrás de cada golpe cambiario es la misma. Antes era la sostenida pérdida de reservas financiada con una persistente emisión monetaria, y ahora el indicador más vigilado es la velocidad de endeudamiento, medida por la evolución de la cuenta corriente. En la actualidad, cada punto de crecimiento produce casi cinco de aumento de las importaciones, golpeando demasiado rápido los cálculos de sostenibilidad.

La otra faceta estructural problemática es la cuenta capital. Argentina es uno de los pocos países donde, no importa cuál sea la política al respecto, cada tanto se producen fugas bruscas. Cuando se instituye un “cepo” para evitar la compra de dólares, se conciben infinidad de operaciones financieras para circunvalar la restricción, posibilitando la salida. Cuando se quiere dar confianza con una mayor desregulación y apertura, los mercados lo aprovechan para fugar más fácilmente. Este dilema tardará en resolverse, y seguramente habrá que tratar cada episodio por separado preservando cierta flexibilidad de corto plazo.

Los partidarios de la salida exportadora podrían pensar que esta suba es una oportunidad para ganar competitividad, pero en última instancia esa ganancia dependerá del grado de traspaso de la devaluación a los costos internos, que hasta ahora resultó elevado. Si la ventaja es temporal, es difícil que afecte sostenidamente las oportunidades de exportación del país. Mientras tanto, la devaluación sí afectará ingresos reales, y la decisión de aumentar la confianza de los capitales mediante una mayor rapidez en la búsqueda del equilibrio fiscal también impactará negativamente sobre la actividad. Quizás es momento de recalcular las estimaciones de crecimiento y de inflación de este año.

*Economista, docente de Macroeconomía de la UBA, ex Director del Ministerio de Economía. Twitter: @Iron_Hic_Man