Cuando usted lea esto, estimado lector, ya estaremos en veda. Pensada para que, tras las campañas, el votante tenga un par de días para meditar en paz su decisión, sostenerla en tiempos de redes sociales supone un anacronismo absurdo, pues no hay cómo evitar que el proselitismo siga vía Facebook, Twitter, WhatsApp, etc. Su inutilidad en la era digital no es el único motivo por el cual dicha calma está ausente a 48 horas de la elección presidencial. Se respira un aire enrarecido porque el oficialismo eligió reavivar la venezuelización. Ya no sólo para achacarle a la oposición voluntad de copiarle su modelo a Nicolás Maduro, sino también, y peor, para imitar los métodos del antichavismo si acaso le toca perder. En la gira #SíSePuede, Mauricio Macri grita enardecedoramente como Juan Guaidó lo hace ante los suyos en el país caribeño.

Para colmo, esto se da en medio de una sucesión de revueltas regionales que sirvieron para que unos cuantos trasnochados de aquí y de otros países agiten fantasmas de la Guerra Fría. María Eugenia Vidal, que a cambio de suculenta pauta pide que se difunda que ella es distinta a Marcos Peña, ahora dice que se vota si el país sigue o no viviendo en democracia. Los golpistas más locos del mundo: violentan las calles pero tumban las instituciones sufragando.

En resumidas cuentas, el macrismo cierra este proceso como lo comenzó: incapacitado de hablarle a nadie más que a quienes ya integran su núcleo duro. Macri superó a Alberto Fernández en el duelo individual del segundo debate, pero por puntos y no por nocaut como habría necesitado, sin llegar a empardar su derrota del episodio previo y en los bloques temáticos que interesan principalmente a su clientela, habiendo patinado en los que preocupan a los ajenos. El candidato del Frente de Todos no hizo otro gol como el de las Leliqs de cara a las primarias, es cierto, pero tampoco le hacía falta. El clima dominante sigue siendo el que entonces interpretó bien, poniendo el foco en el esquema de especulación financiera amarillo. El Presidente no quiere ni puede dar vuelta eso. Imagina su futuro deslegitimando desde ahora el eventual éxito adversario.

Un integrante del grupo de WhatsApp de amigos de quien esto escribe opinó durante el duelo en la Facultad de Derecho que el jefe de Estado parecía el retador, y viceversa. En su entendimiento, era un elogio al pupilo de Peña, pero lo que no se termina de captar es que el pueblo definió hace rato que Macri está obligado a brindar respuestas o, al menos, explicaciones. El empecinamiento en el rol de opositor de la oposición lo condujo a su actual cuadro, desesperante.

Si así de espesa viene la mano, y si hay riesgo de que de confirmarse el resultado de las PASO suceda con la macroeconomía lo mismo que hace dos meses, no cabe hacerse ilusiones de que pueda evitarse. Todos se construyó no sólo para ganar, sino para sumar gobernabilidad, conscientes allí del campo minado que reciben. CFK hizo hincapié en ello cuando propuso su corrimiento vicepresidencial. Es la única conclusión posible cuando se leen en simultaneo el desastre económico que deja Macri con la chispa de rabia que está prendiendo en su gente.

La marcha del millón que no fue tal pero sí muy numerosa es alarmante, no por su caudal ni por las barbaridades que muchos de quienes asistieron dicen. Tanto una cosa la otra son habituales. No hay novedad en la capacidad de convocatoria del antikirchnerismo. Ocurrió unas cuantas veces: en 2008 por la 125, en los cacerolazos del segundo mandato de CFK, cuando se cumplió el primer mes del suicidio del ex fiscal Alberto Nisman. Menos vale sorprenderse porque allí se insulte a los negros que no quieren laburar sino vivir de planes, a los chorros, etc. Lo que en cambio no registra antecedentes es un elenco dirigencial como el cambiemista haciéndose eco de todo eso sin más, sin filtrar ni siquiera un poquito de lo que recogen de sus bases en función de los límites que debería imponer la mediación política e institucional. Hernán Lombardi llegó a destacar “las caras de los que vienen” como presunto valor cualitativo superior de tales movilizaciones.

Por si faltaba algo, “aparecieron” los “originales” de los famosos cuadernos. La misma agenda que falló en agosto. Alberto piensa mucho en el 28 de octubre, en los 44 días de transición en que, si le toca imponerse, lo poco que le dejan puede reducirse a nada. Haría bien si le echa un ojo también al 11 de diciembre, y a la reconfiguración en el llano de la guerra psicológica hoy estatal.