El aumento sostenido de casos diarios por sobre los 10 mil, el contagio comunitario en el interior y la poca claridad sobre las restricciones a la circulación arman un combo singular que el Presidente, los gobernadores y el jefe de gobierno manejan como pueden, mientras el agotamiento por los 161 días de cuarentena se vuelve cada vez más notorio. “Cuando una reglamentación se vuelve insostenible, tenés que empezar a pensar cómo modificas la práctica de esa reglamentación”, dispara en diálogo con Diagonales la psicóloga Alicia Stolkiner, licenciada en Psicología, diplomada en Salud Pública ESPUBA y profesora titular de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. convocada hace 15 días para asesorar en esta nueva etapa de la pandemia. “Propusimos que no se diga más distancia social, sino distancia sanitaria. Porque lo que nosotros queremos es aislar al virus, no aislar la subjetividad ni la solidaridad social. Cambiando solo una palabra cambia rotundamente el sentido”, aportó, por su parte, Santiago Levín es médico psiquiatra, miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), quien también formó parte de aquella convocatoria.

Frente al uso coloquial del término cuarentena por parte de medios y hasta de algunos funcionarios. ¿Existe o no existe la cuarentena?

-Alicia Stolkiner: El término cuarentena lo dejo para situaciones extremas. No nos engañemos, esto no es una cuarentena. Hay lugares del país donde están comenzando las clases, lugares donde funcionan los bares y restaurantes, en la ciudad de Buenos Aires se está hablando de abrir la gastronomía. Pongámosle el nombre apropiado, hay restricciones de circulación y algunas medidas de aislamiento. Es necesario hablar de restricciones, así como se está haciendo en Europa. Vos vas decidiendo por zona, por partes, por ciudad, por el tipo de aislamiento, y eso puede tener idas y vueltas. Por ejemplo, en Alemania se infectó un frigorífico en una ciudad y tuvieron que cerrar la ciudad. La gente se tuvo que quedar adentro de su casa como por veinte días. Más que cuarentena, son una serie de restricciones a la circulación y a las actividades, según el riesgo de circulación del virus. No aumentó cuando la gente sacó a los chicos a jugar a la calle, si mantiene determinadas restricciones. No hay problema con eso, ahora, está claro que las maestras no quieren ir a dar clase y tener la mortalidad que tiene el personal de salud.

-Santiago Levin: Argentina no tendría las relativamente buenas cifras si la enorme mayoría no hubiese cumplido con mucho esfuerzo las recomendaciones e indicaciones sanitarias. Comparadas con el resto del mundo, acá no hubo desbordes, no hubo picos agudos, esto es gestión de la pandemia. El cumplimiento por parte de la población es notable. Sin embargo, también hay que agregar que no existen formas de salir bien de una pandemia. Una pandemia es una catástrofe, entonces de la pandemia se sale o muy mal, o un poco menos mal. Entonces lo que se busca es que el daño sea el menor posible. Pero daño hay, y daño va a haber.

¿Cuáles son las dificultades que tiene el Gobierno para hacer cumplir el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) y el Distanciamiento Social?

-SL: Es fundamental el empleo y la correcta elección de las palabras y las metáforas. Cuarentena es una de ellas. No tiene mucho sentido llamar con la misma palabra al estado de confinamiento restrictivo del primer mes, a lo que está sucediendo en este momento, que sería una etapa distinta del proceso. Sin embargo, no creo que lo único importante sea el nombre que se le ponga. Sino, en todo caso, lo importante es que quede en claro cuáles son las reglas. Y a veces, no quedan del todo claras. La principal fuente de información debería ser el Ministerio de Salud de la Nación, y los ministerios de cada jurisdicción. Porque este es otro de los problemas que tiene la pandemia, y puede generarnos errores importantes. De comprensión y de cumplimiento. Los medios de comunicación también ocupan un lugar muy importante, sobre todo los medios que sostienen una ética editorial por sobre una lógica comercial.

-AS: Creo que hay dos registros diferentes. Hay un sector que tiene un padecimiento subjetivo importante porque ve limitaciones severas para actividades que le eran cotidianas y por otro lado, también hay un sector con serias restricciones laborales. Aún cuando le paguen el salario completo a un mozo de un restaurant, una parte de sus ingresos era la propina, o sin ir más lejos los salarios de los médicos en las clínicas privadas han disminuido. Sin embargo, no podemos desconocer que lo que se hizo en Argentina salvó 10 mil vidas. Si tuviéramos la tasa de mortalidad que tuvo Suecia tendríamos 10 mil muertos más. Difícilmente alguien haya cumplido las normas de la cuarentena al 100%. Entonces, cuando vos te das cuenta que una reglamentación se vuelve insostenible, tenés que empezar a pensar cómo modificas la práctica de esa reglamentación. ¿Cómo hacés que la gente la incorpore como propia? Cuando la gente naturaliza un riesgo, vos no se puede construir la práctica solamente por la amenaza de muerte o de riesgo. Tiene que estar construida sobre la base de contrarrestar esta idea individual de que yo lo veo y yo lo quiero. Además, no hay ninguna sociedad que se maneje mediante la coerción. Mucho menos un gobierno democrático que no ha establecido, como en otras partes, el Estado de sitio. Se trata de sostener una situación de mucho estrés y sacrificio, y de cómo ganar la solidaridad del conjunto.

 ¿Cuáles son las principales inquietudes y preocupaciones que evidencian en este contexto?

-SL: Nosotros llevamos a aquella reunión varias inquietudes. Una de ellas fue la sugerencia de que se apoyen las iniciativas para que se afronten una muerte no en soledad, por Covid-19 y por otras enfermedades. Creo que esa problemática dejó en un primer momento a muchas personas muy solos y solas. Y no solo al moribundo, sino también a sus seres cercanos. Y es un tema que se está abordando. Otro de los temas fue la sugerencia que se empiece a tomar muy en serio el estado mental del personal de salud, que ha sido expuesto de forma subjetiva: al desgaste, el cansancio, el estrés, la angustia. Si no cuidamos a los que nos cuidan estamos descuidando a uno de los flancos más importantes y más sensibles del manejo de la crisis. Otro de los puntos que llevamos es la recomendación de evitar las metáforas bélicas. Hay que elegir bien las palabras y las metáforas para comunicar en Pandemia, no porque se trata de un lujo, sino todo lo contrario. Nuestro contacto con la realidad es a través de las palabras. “La guerra contra un enemigo invisible”, “La primera línea de batalla”, “Caidos en la primera trinchera”, etc. en lugar de promover el pensamiento crítico, lo que promueve son representaciones angustiosas, y además, promueve el temor al otro.

-AS: Mi preocupación pasa por las interpretaciones sin demasiado sustento científico, con desconocimiento de la situación crítica que produce en las personas la pandemia. Creo que es necesario que el Presidente incorpore en mayor medida el autocuidado colectivo. Contra la batalla odiosa de los medios. Es necesario que cada persona se cuide, pero también cuide al otro, a lo colectivo. Hay que incorporar lo singular de cada persona sin que eso deje de lado lo colectivo. No es que el virus es Hitler en la época de los bombardeos a Londres. Es lo que hemos logrado con esta forma de vivir y de relacionarnos con la naturaleza. Y esto puede ser, a nivel mundial, el colapso de algo mucho más grave.

-SL: Propusimos que no se diga más distancia social, sino distancia sanitaria. Porque lo que nosotros queremos es aislar al virus, no aislar la subjetividad ni la solidaridad social. Cambiando solo una palabra cambia rotundamente el sentido. Con la “distancia social” vos estás promoviendo cogniciones y actitudes paranoicas, en donde el otro es un potencial enemigo. Me puede infectar o hacer daño, y me tengo que cruzar de vereda. Si uno dice distancia sanitaria, uno está promoviendo un pensamiento comunitario, de cuidarnos entre todos, de restaurar el tejido social roto.

¿Quiénes son los sectores más perjudicados por la pandemia?

 -AS: Los que más padecen la pandemia son los que no tienen buenas condiciones de vida y tienen el derecho vulnerado, sean niños, adultos, personas de tercera edad o adolescentes. Después tenés otro corte que es el de la brecha digital, los que quedaron por fuera por grupo etario, o porque no pueden por acceso económico, social cultural hasta geográfico. Y después tenés personas que están en particular riesgo que son las que están en instituciones totales: geriátricos, cárceles, hospitales psiquiátricos. Éstos tienen un doble aislamiento porque están encerrados y no pueden comunicarse con el exterior. Estas personas, internadas por Covid-19, están en la más absoluta soledad, inclusive en la muerte. Las familias de las personas que mueren en estas condiciones, ni pueden ver el cuerpo. Le mandan una foto para el reconocimiento. Estas cosas recién se están viendo y hay que incorporarlas.

-SL: Se pueden hacer distintos recortes. Si lo hacemos con el recorte de clase social, claramente los más perjudicados son los más desposeídos de siempre, que no tienen una heladera llena, un calefactor, o un sueldo depositado en el banco. Si hacemos un recorte por edades, podemos pensar a los perjudicados según las distintas etapas de la vida. Los más viejos son los que más han tenido que estar guardados, y esto sigue generando situaciones de soledad, de angustia, de distancia de los vínculos principales. También, podemos hacer otro recorte que es en función de las fragilidades en la salud. Ya sea en la salud física o salud mental. Por último, podemos hablar de quienes no tienen ninguna de estas dificultades, pero se han visto afectados por el cambio de vida, del estilo de vida, de costumbres, de libertades personales, de vínculos de pareja.