Ahora leo varios comentarios en la prensa del país que exigen que el gobierno aumente el déficit como medida para evitar una crisis que es consecuencia precisamente de esa política deficitaria irresponsable. Antes de nada, debemos recordar que el déficit se financia con más deuda o con impresión de pesos por parte del Banco Central, y por lo tanto supone más impuestos o más inflación en el futuro… O ambos problemas, como hemos visto en el pasado. Dos problemas que Argentina no puede aumentar si quiere alcanzar su indudable potencial económico.

Aumentar el déficit no es una herramienta de crecimiento y no lleva a la economía a apalancarse y crecer de manera más sólida, porque ya hemos visto en el pasado que no es así.

Grecia ya decidió cometer esos errores en la década antes de entrar en el euro, con déficits anuales del 6%, y crecía menos que el resto de la eurozona. Posteriormente, empeoró aún más con déficits del 7-8% anual y se lanzó a la depresión.

España cometió el mismo error en 2008 cuando pensaba que la crisis era “un problema externo”, un error de diagnóstico que también se repite hoy en Argentina. Eso llevó al país a una enorme crisis, a disparar el endeudamiento y a destruir miles de empleos.

El error de creer en las propiedades mágicas del déficit empieza por creer en unos multiplicadores del gasto público que simplemente no se dan. Decenas de estudios muestran la bajísima efectividad de estas medidas. Uno de los mejores, de Ilzetzki, Mendoza, y Vegh, “How Big (Small?) are Fiscal Multipliers?” analiza la historia del impacto acumulativo del gasto público en 44 países mostrando la casi nula efectividad real de los estímulos fiscales. Pensar que, además de que la historia nos ha demostrado su ineficacia, la próxima vez “será diferente” o, como piensan algunos, que el multiplicador será mayor al creado jamás en ninguna economía, es una locura.

La razón por la que los gobiernos acuden a aumentar déficits fiscales a pesar de la evidencia de que no funcionan como motor de recuperación y crean mayores desequilibrios, es evidente. Porque le pasan el problema, aumentado, al siguiente. Lo que hizo Cristina Fernández de Kirchner.

Por eso no hace falta irse a Europa. Argentina ha vivido en varias ocasiones el error de entrar en grandes déficits.

Durante los años de Cristina Fernández de Kirchner las reservas se desplomaron, la deuda se disparó, la economía se estancó y la inflación de disparó. Todo ello con un déficit fiscal “al estilo griego” que se elevó hasta un nivel superior al 7% del PBI.

El déficit fiscal es un problema casi crónico de Argentina y una de las barreras al crecimiento sólido y la atracción de capital. Y aumentar el déficit siempre supone mayores impuestos posteriormente.

Argentina, con la mayor cuña fiscal de la región y una de las mayores tasas de inflación del mundo, no puede caer en este error. Porque no tiene espacio fiscal ni monetario.

Argentina es una gran nación que sufre la envenenada herencia de la impresión constante de pesos y el gasto público descontrolado. Y para evitar una crisis, debe atajar los tres males que impiden que el país alcance su potencial.

La cuña fiscal más alta de la región y una de las más altas del mundo. Reducir impuestos y atraer inversión.

Inflación inaceptablemente alta. Controlar la inflación y el déficit reduciendo el gasto público y las subvenciones improductivas y, con ello, acabando con el aumento de la base monetaria descontrolada.

Miedo inversor. Recuperar la confianza empresarial e inversora con seguridad jurídica, un peso sólido y una inflación moderada.

Aumentar el déficit en este momento es simplemente dar una patada hacia delante con el riesgo de que la caída del peso contra las monedas globales se acelere y la economía entre en una recesión profunda en vez de recuperarse del desastre del mal llamado modelo inclusivo kirchnerista, que solo generó estanflación y pobreza.

Cuando viajo a Argentina, muchos empresarios me dicen que es imposible invertir a largo plazo cuando cualquier estimación prudente de beneficio es fagocitada por la altísima presión fiscal y la inflación, el impuesto de los pobres. Esos dos factores, que en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner se dispararon, generaron la semilla de la crisis actual. Ambos, junto a un gasto público depredador de rentas, son los que hay que atajar para que la inversión extranjera y doméstica se recupere y Argentina despierte de la pesadilla del estancamiento inflacionista.

El gobierno de Macri se daría cuenta rápidamente de que si pone en marcha un plan de choque contra el déficit y la inflación reduciendo el exceso de gasto político y las subvenciones obsoletas no generaría ningún efecto negativo en la economía. El mundo está deseando invertir en una Argentina que acabe con la pesadilla inflacionista y los incentivos perversos. No lo desaprovechen.

*Doctor en economía, profesor de Economía Global y autor de bestsellers entre los que se cuentan La Gran Trampa, La Madre de Todas las Batallas y Viaje a la Libertad Económica, traducidos al inglés, chino y portugués. Twitter: @dlacalle