“Se nos pasó la vida” fueron las palabras de Atilio Costa Febre, mítico relator partidario riverplatense, mientras Lucas Alario y compañía festejaron su gol en el Estadio Defensores del Chaco vs Guaraní. Y a su vez los que lo escucharon asintieron con una lágrima o tal vez mirando al cielo en busca de alguien que ya no está, o a lo mejor, abrazando a un nuevo integrante de la familia que estaba por vivir uno de los momentos más gloriosos de su vida.

Esta afirmación es cierta. 19 años de espera tuvo que soportar River Plate para volver a estar en una final de Copa Libertadores de América. Toda una generación que se perdió en las tinieblas de los malos resultados y hasta el fatídico descenso en 2011, nunca vivenció una conquista internacional. Pero cuando un club grande se cae, levantarse es una obligación y este caso no fue una excepción. De la mano de Marcelo Gallardo, volvió a disputar el torneo continental después de 6 años en el que se despidió rápidamente en fase de grupos con tan solo 7 puntos.

Los 3700 metros de altura de San José de Oruro, el césped sintético de Juan Aurich de Perú y el gran nivel futbolístico de Tigres de México fueron sus primeros 3 enemigos. El frente de batalla se le presentó adverso a Napoleón, tal es así que llegó con vida hasta la última fecha, pero para clasificar a Octavos de Final necesitaba de una victoria de los mexicanos en suelo incaico. Leer eso no parece nada del otro mundo, pero el condimento especial estuvo en que se avecinaba el clásico de Nueva León frente a Monterrey y Tigres ya estaba clasificado a la siguiente fase. Por lo tanto preservaron a todos los titulares y ni siquiera completaron el banco de suplentes. La realidad es que a pesar de esto, esos jugadores ganaron 5 a 4 y le dieron una gran ayuda  a los de Núñez para clasificarse.

En los mano a mano llegó el turno de Boca Juniors en Octavos de Final. El club de la Ribera se había clasificado como el mejor de la fase de grupos mientras que los dirigidos por Gallardo como el peor de esa instancia. Este clásico fue el punto de inflexión en la historia de este ciclo. Lo vivido en la Copa Sudamericana del año anterior hizo que el condimento sea aún mayor. En cuestión de 6 meses, se dieron dos cruces en el ámbito internacional. El partido de ida jugado el 7 de mayo en El Monumental fue para River con el gol de penal de Carlos Sánchez. Tan solo una semana después, se vivió uno de los hechos más lamentables del fútbol argentino. Solo se disputó el primer tiempo en La Bombonera. En el entretiempo, en el túnel visitante, los jugadores fueron atacados por un gas pimienta que vino desde la hinchada local, el cual provocó mareos, vómitos e irritaciones en quienes lo recibieron. Durante casi 2 horas, los planteles de ambos equipos permanecieron en el campo de juego sin saber lo que pasaba, hasta que Roger Bello, veedor de CONMEBOL, anunció para la televisación que el partido estaba suspendido. 

El fallo de la máxima entidad sudamericana salió recién a los 3 días y sentenció que Boca Juniors quedó descalificado por la agresión y así El Millonario se aseguró su lugar en los Cuartos de Final. Atrás quedó la polémica y en Cuartos de Final solo una palabra calza a la perfección la serie con Cruzeiro: “Mineirazo”. Los dirigidos por Gallardo perdieron de local por 1 a 0 y se jugó la serie en Brasil. En el país de la samba, River lo bailó y lo goleó por 3 a 0 en un estadio Mineirao enmudecido. Fue una de las mejores performance de un equipo argentino jugando en tierras brasileñas. Se aproximaron las semifinales y el rival fue el aguerrido Guaraní, en donde hizo su debut en las redes Lucas Alario –un joven delantero que llegó para reemplazar al colombiano Teófilo Gutiérrez - en la revancha en Asunción luego de ganar por 2 a 0 en el Estadio Monumental. Aquella emboquillada en donde la pelota parecía nunca caer del cielo, fue solamente un aviso para lo que se avecinaba por parte del autor.

 La Banda volvió a superar una instancia de semifinal de Libertadores luego de quedarse con el dulce en los labios en 2004 y 2005. 19 años de traspiés se esfumaron tras el pitazo final y se reencontró con un viejo conocido. Si, Tigres, su rival en la fase de grupos y quien le dio una vida extra, fueron los que definieron al campeón del trofeo más codiciado de América.

La ida se presentó de manera muy adversa. Los mexicanos fueron superiores los 90 minutos, la altura les quitó resistencia a los futbolistas y para completar la racha de malas noticias, Marcelo Gallardo se fue expulsado y fue privado de dirigir el partido de vuelta. 0-0 en el marcador y el propio entrenador fue quien se mostró optimista para el desquite: “El partido del miércoles va a ser totalmente distinto, nuestra gente va a ser clave”

El 5 de agosto de 2015 la Ciudad de Buenos Aires volvió a ser testigo de las gloriosas noches coperas. El recibimiento de los hinchas millonarios bajo la feroz lluvia que azotaba las casi 70 mil almas logró paralizar las caras de los jugadores aztecas que hacían su debut en un marco con tanta presión. “En la final con River, muchos estaban hipnotizados con el entorno”, comentó el ex jugador del club Egidio Arévalo Ríos que disputó esa final.

Casi al finalizar el primer tiempo cayó la primera bomba al arco que protegía el argentino Nahuel Guzmán. Centro de Leonel Vangioni y palomita de Lucas Alario. El mismo que sentenció el pase a la final, ponía en ventaja a La Banda a 45 minutos de la gloria. Luego el segundo tiempo fue un vendaval que arrasó con lo que se interpuso. 2 a 0 por parte del uruguayo Carlos Sánchez de penal y el último gol llegó gracias a Ramiro Funes Mori tras un córner de Pisculichi. Cuando el uruguayo Darío Ubriaco finaliza el encuentro, se desató la locura monumental. Niños llorando, adultos también, todo desbordaba de alegría en una noche colmada por una lluvia bendita que regó de gloria el campo de juego tras 19 años de sequías.  

Para muchos de ese plantel la Copa Libertadores del año 2015 tiene un valor especial y único, empezando por el entrenador ya que fue él como jugador quien la obtuvo por última vez en 1996 y ahora lo hacía desde la línea de cal. Siguiendo por su capitán Fernando Cavenaghi, quien se despedía de su gente ganando el trofeo que tanto soñó y cerrando un ciclo eterno con el hincha riverplatense. Para los que volvieron en ese mismo mercado de pases en silencio y cumplieron a pesar de las críticas por su avanzada edad como Javier Saviola y Lucho González. Y ni hablar de lo que significó para el ex jugador uruguayo Rodrigo Mora, que tras las semifinales con Guaraní había firmado un pre contrato con el club árabe  Al- Nassr y luego de tocar el cielo con las manos se quedó simplemente por su felicidad con la banda roja cruzando su pecho.

Esto no fue todo, sino que siguieron otras tantas vueltas olímpicas más que lo coronaron como el ciclo más exitoso de todos los tiempos en el club de Figueroa Alcorta 7597, pero casi con seguridad, que esta Copa estará por siempre en el recuerdo de todos los hinchas de River alrededor del mundo. “Que 20 años no es nada”, decía Carlos Gardel. Pero 19, parecieron una eternidad. O mejor dicho: “Se nos pasó la vida”.

Por Enzo Azzolina